La obra de Alexandre Dumas, El conde de Montecristo, publicada en 1844, ha trascendido su tiempo no solo por la riqueza narrativa, sino por los temas universales que aborda y que son una constante en nuestra vida diaria: la traición, la injusticia y la corrupción. Edmond Dantès, su protagonista, es encarcelado de manera injusta debido a la ambición y envidia de otros, y su paso por la prisión simboliza la impotencia del individuo frente a un sistema corrupto. Esta experiencia lo transforma en el Conde de Montecristo, figura que encarna la venganza y el deseo de equilibrio moral en una sociedad marcada por el abuso de poder. En la realidad mexicana, este argumento resuena de manera profunda. México es un país donde la impunidad alcanza niveles alarmantes, con más del 90% de los delitos sin castigo. Los ciudadanos, como Dantès, a menudo son víctimas de instituciones frágiles y de un sistema judicial que favorece a los poderosos. ¿Cuántos inocentes se encuentran en prisión actualmente?
Los encarcelamientos injustos, las desapariciones forzadas y la violencia del crimen organizado recuerdan la situación del joven marinero que, sin culpa alguna, fue confinado al Castillo de If. Así, la prisión de Dantès puede leerse como una metáfora de la sociedad mexicana atrapada en un entorno de injusticia estructural. La transformación de Dantès también ofrece una enseñanza para México. Durante su encierro, adquiere conocimiento, estrategia y fortaleza para enfrentar a quienes lo traicionaron. De igual forma, la sociedad mexicana ha aprendido, a partir de su experiencia con gobiernos autoritarios y crisis sociales, a organizarse y resistir. Movimientos sociales, colectivos de búsqueda de desaparecidos y defensores de derechos humanos son ejemplos de cómo el dolor se ha convertido en motor de acción y en demanda de justicia. Sin embargo, Dumas plantea una advertencia: la venganza, aunque comprensible, puede convertirse en un ciclo interminable de violencia. En México, donde la respuesta frente al crimen ha sido muchas veces la militarización y la confrontación directa, esta lección es vital. Una justicia basada en la revancha no garantiza la paz, sino que perpetúa la espiral de violencia en la cual nos encontramos.
En conclusión, El conde de Montecristo es más que una novela de aventuras; es un espejo en el que México puede ver reflejados sus dilemas actuales. México carga con marcadas heridas morales que tienen esta peculiaridad: pueden estar ocultas, pero nunca se cierran; siempre dolorosas, siempre listas a sangrar al ser tocadas, permanecen frescas y abiertas en el corazón. El desafío para México, como para el Conde, es transformar el sufrimiento en fuerza para edificar un futuro más justo y equitativo.