A menudo, las más insignificantes interacciones de la vida cotidiana revelan las complejidades más profundas de la convivencia humana. Hace unas semanas, ante la doble necesidad de llegar a tiempo a una cita y deshacerme de mi basura acumulada, decidí dejar mi bolsa junto a otras que estaban frente a una casa contigua. A pesar de que el camión de basura pasó a los pocos minutos, mi decisión desencadenó una feroz queja de una vecina, que se sintió invadida porque, de acuerdo con ella, yo había dejado "mi basura" en "su banqueta".
De dejar una bolsa de basura en una banqueta me declaro culpable, pero no de la acusación de apropiarme indebidamente del espacio de la señora. La banqueta, a pesar de estar frente a la casa de la señora, es un espacio público. Este incidente evidencia, sin embargo, un mecanismo curioso que la mayoría de la gente tiene hacia los bienes públicos: los ven como propios cuando les dan derechos, pero como públicos cuando les generan obligaciones.
Este fenómeno no es exclusivo de mi colonia o mi ciudad; es un problema común que radica en el absoluto desconocimiento que los gobiernos tienen sobre la teoría administrativa de la "Gestión Integral de Espacios Compartidos". Es decir, sobre la estructuración de la acción pública, a partir de reglas claras que delimiten derechos, obligaciones y propiedad. Cuando todo esto se deja a que los ciudadanos lo imaginemos, surgen líos como el que tuve con mi expansionista vecina.
Al no estructurarse y delimitarse adecuadamente lo público como concepto, tampoco se crean ni servicios ni mecanismos ni incentivos adecuados para una sana convivencia de los ciudadanos. Además de los pleitos de basura, esta grave carencia impacta otros temas públicos que son frecuentes fuentes de disputa, como el estacionamiento en la vía pública o el mantenimiento de áreas verdes y recreativas.
Establecer reglas claras y sistemas de gestión eficientes con un criterio conceptual correcto es el primer y más básico paso para construir la paz en nuestras ciudades, partiendo de la mejora de la convivencia cotidiana. Aquí dejo esta idea para los candidatos que inician sus campañas políticas a las alcaldías, repitiendo por enésima vez la misma letanía aburrida que no han cumplido los anteriores y que no cumpliran ellos, sencillamente porque prometen cosas tan generales, que son incumplibles.
Yo, por lo pronto, mientras no haya soluciones bien pensadas y gestionadas, como contenedores en zonas neutras, seguiré dejando mi bolsa de basura donde mejor se vea, para que el camión la recoja, así se enoje la señora. Si insiste en que la banqueta es suya, le exigiré que pinte la guarnición de amarillo y mantenga el césped. Estoy seguro de que con eso dejará de molestar. Y ahí dejo en la banqueta este análisis municipal de tu Sala de Consejo semanal.