La semana pasada leímos una noticia que nos llenó de gusto: La película mexicana Ya no estoy aquí de Fernando Frías forma parte del grupo de quince películas de las que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de EUA nominará los filmes que competirán por el premio Oscar 2021 a mejor película internacional. Enhorabuena por Ya no estoy aquí y por el cine mexicano. Y por nuestra Academia que registró una obra bella y dolorosa sobre la marginación y violencia que amenaza especialmente a los jóvenes. La película realizada con equipos artísticos y técnicos de México y Estados Unidos fue distinguida con varios premios Ariel en la ceremonia virtual de septiembre 2020: Mejor película, guión original, fotografía, sonido, edición, diseño de arte, vestuario, maquillaje y revelación actoral (Juan Daniel García como Ulises). Al volver a verla caí en cuenta que el sustantivo “revelación” no sólo caracteriza al actor protagónico sino que todo el filme es una revelación. Por arriesgado, por narrar la historia de jóvenes marginados y por mostrar la brutalidad y violencia que los obliga a huir al extranjero. El filme también es extraordinario por la exquisita narrativa y estética con la que trasmite la contracultura de una región de México que tiene fama de rica y tecnócrata. Ya no estoy aquí - así en primera persona - es la expresión del joven Ulises (Juan Daniel García), quien, como líder de una pandilla de un barrio pobre de Monterrey, se ve obligado a huir a Nueva York por un incidente con una banda armada. El filme nos presenta a Ulises después de aclarar con letras el contexto de la contracultura autodenominada Kolumbia en Monterrey y el significado del adjetivo TERKO con el que los jóvenes bautizaron su pandilla liderada por Ulises. El joven de 17 años que se despide de su madre y novia, destaca por su estilizado peinado con la nuca rasurada, fleco, mechones rubios y la tristeza de sus ojos. Una elipsis nos lleva a Nueva York donde observamos los intentos de Ulises de sobrellevar la soledad, la falta de trabajo y los problemas de comunicación. Su única consolación es la cumbia que escucha en su reproductor y las frustradas llamadas a una estación de radio y su madre en Monterrey. El relato que se desarrolla de ida y vuelta entre México y Nueva York, el pasado y el presente, es ágil, elíptico y desdramatizado. El cambio de ritmo entre secuencias tranquilas, momentos violentos y escenas cómicas prescinde de “música de fondo” ya que la “cumbia rebajada” y el baile de los jóvenes extravagantes abonan al tema, significado y mensaje del filme. Los TERKOS bailan como si participaran en el ritual de una tribu: Agachados, con los brazos abiertos y pequeños pasitos forman una rueda que gira en sentido contrario a las manecillas del reloj. Para los jóvenes como Ulises la música, el grupo y el baile son espacios de paz y supervivencia.
"Ya no estoy aquí"
- La pantalla del siglo
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Annemarie Meier
Ciudad de México /