Política

Ometepec y Álvaro Carrillo

  • Columna de Ángel Aguirre Rivero
  • Ometepec y Álvaro Carrillo
  • Ángel Aguirre Rivero

El Bello Nido, como llamamos de cariño a Ometepec, municipio de la Costa Chica guerrerense, desde sus inicios ha albergado a tres raíces étnicas: indígena, afro e hispana, circunstancia que se plasma en costumbres, tradiciones, gastronomía, música, pero sobre todo en nuestro carácter festivo.

En esta colaboración para MILENIO, quiero referirme a la vertiente musical que, en danzas, sones de artesa, ritmos de chilena y boleros, desfoga el gran sentimiento costeño.

A lo largo del año se realizan diferentes fiestas en honor a los santos patronos, así que a nadie le sorprende el tronido de cohetes, la celebración de danzas y la tradicional música de viento y la degustación de antojitos. E insisto, esto ocurre todo el año.

En septiembre se realiza la fiesta más grande de la Costa Chica en honor de San Nicolás Tolentino, a la que acuden miles. Ahí se puede disfrutar el tradicional Toro de Petate.

No es gratuito que el gran Álvaro Carrillo haya vivido en Ometepec, porque estaba entre los suyos, porque encontró una atmósfera íntima por el grado de aislamiento de la ciudad, ya que se encuentra a 15 kilómetros de la carretera federal Acapulco-Pinotepa Nacional.

Álvaro Carrillo se casó en segundas nupcias con Ana María Incháustegui (oriunda de Ometepec), lo que reafirmó su querencia y permanencia por esta tierra.

Yo mantengo comunicación y una buena amistad con sus hijos, y hay algún proyecto para preservar la memoria de su padre. Pero eso será motivo de otra colaboración.

Del anecdotario

Un día fui testigo de las arraigadas costumbres costeñas de “San Álvaro”, como algunos le decían, cuando Álvaro Carrillo le dijo a Lolita, mi madre: “regálame unos huaraches costeños”.

Con una garrocha con gancho los bajábamos de la pared y de inmediato aventaba los zapatos por ahí. El gran compositor nunca perdía su orgullo de ser costeño por los cuatro costados.

Álvaro tuvo muchos amigos en Ometepec. A pesar de haber nacido en Cacahuatepec, Oaxaca, siempre se sintió más identificado con nuestra Costa Chica guerrerense. Su esposa fue originaria de Ometepec y su madre, de Juchitán, Guerrero.

Mi padre, don Delfino Aguirre López, invariablemente le ofrecía una comida cada vez que llegaba, y de ahí la bohemia que duraba varios días. Mis tíos Alfredo y Mateo, que eran de carrera larga y extraordinarios trovadores —en especial de las chilenas—, le acompañaban en su larga travesía bohemia.

En esas bohemias, mi hermano Mateo y yo disfrutábamos de esas tardes inolvidables, lo cual nos inspiró a aprender a tocar guitarra.

—¿Saben a quién le compuse la canción “Sabrá Dios”? —dijo un día San Álvaro a manera de broma.

—¿A quién, Álvaro?

—A una viejita de la oficina del correo, aquí en Ometepec.

—¿Cómo?

—Es que llegué a comprar unos timbres para enviar una carta y me atendió una mujer de edad avanzada. “¿Señora me puede vender unos timbres?”, le dije. La señora, montada en cólera me dijo: “¡Se-ño-ri-ta, aunque le cueste más trabajo!”. Y yo me quedé pensando: Sabrá Dios…

Álvaro y su esposa Anita murieron muy jóvenes en un accidente carretero, después de asistir al informe del gobernador de nuestro estado, Caritino Maldonado Pérez, el 3 de abril de 1969.

Como dice una canción que interpreta Alejandro Fernández, ¿por qué se nos va lo bueno, Dios mío?

PD: A finales de este mes, mis paisanos, a través de un comité ciudadano, me harán un homenaje en mi querido Ometepec, donde será develado un busto, lo cual agradezco infinitamente. 


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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