A veces, el calendario se alinea con la mística para entregarnos símbolos de una potencia inigualable. El pasado 31 de octubre, justo en el umbral del Día de Muertos, la cultura de Puebla y México se vistió de luto con el fallecimiento del maestro Vidal Calvario Tepox, figura cumbre de la danza folclórica.
Su deceso no fue una coincidencia: fue la reverencia final de un hombre que dedicó su vida a preservar las tradiciones que defendió hasta su último aliento.
Las exequias se tornaron en un acto de profundo simbolismo cultural, fue velado de la noche del 31 de octubre al amanecer del 1 de noviembre en su natal Santa Isabel Cholula, el pueblo que vindicó con su arte, y fue sepultado el día grande de la conmemoración. Un último baile entre el mundo de los vivos y el Mictlán, coreografiado como solo él podía hacerlo.
El maestro Calvario fue un titán en la dignificación de la danza. A contracorriente de quienes aseguran que del arte no se vive, demostró que sí se puede y se vive muy bien. Su trayectoria, extendida por casi seis décadas, no solo lo llevó a ser un embajador de México en foros internacionales desde los 16 años, destacando en países como Francia, sino que lo convirtió en un investigador infatigable de la identidad poblana. Sus pasos no eran solo técnica, eran la recreación fiel de la esencia comunitaria.
Su legado más tangible reside en la Escuela Superior de Danza Folklórica Mexicana C’Acatl, la cual fundó y dirigió, pero cuyo principal logro fue ser la primera institución en el país en otorgar el título de bailarín folclórico con cédula profesional, mucho antes que Bellas Artes. Hitos como ese son prueba de un trabajo incansable por dignificar al artista de la danza, elevando su oficio a una profesión con valor académico y reconocimiento oficial.
Su labor, desde el Complejo Cultural Vidal Calvario Tepox en Santa Isabel Cholula, fue la semilla que germinó en incontables bailarines que hoy portan la cultura de Puebla por el mundo. El maestro se fue, pero se queda la deuda que el Estado tiene con él: consolidar la Universidad de la Danza en Puebla.
Según lo veo, su partida en víspera del Día de Muertos, cuando se celebra el encuentro entre dos planos, no es un adiós, sino un “hasta pronto” bien zapateado junto a La Huesuda.