Una masacre en la ciudad de León enciende todos los focos de la ciudadanía.
La alarma se escucha más cerca, ahora no fue en municipios del sur de la entidad, o de plano en otro estado. No, ahora fue en León, en la colonia Santa María de Cementos. Un comando armado irrumpió en una fiesta, disparó contra los asistentes y mató a seis personas, incluido un menor de edad, además hubo varios heridos.
Los homicidios corresponden al fuero común, es decir se atienden en lo local, sin embargo la acción de bandas del crimen organizado corresponden al ámbito federal, entonces ¿para dónde nos hacemos?
Es claro que esta es una labor de los tres ámbitos, el municipal, el estatal y finalmente el federal, los tres niveles de gobierno son corresponsables de lo que está pasando en el país.
Y no se vale decir que son homicidios y eso no me toca, porque es del fuero común, como tampoco es admisible que desde lo local digan que eso le toca al gobierno federal solamente.
Es una labor conjunta el aplicar todo el peso del Estado Mexicano a esas personas que decidieron vivir fuera de las leyes y normas que rigen a esta sociedad.
Para lo único que no hay espacio en este país es para la omisión. Voltear a otro lado nunca ha tenido justificación. Eso hacían muchos gobiernos municipales, estatales y el federal en todo el país en otros tiempos y el crimen organizado fue creciendo.
Venden la narrativa de que en tiempos del presidente Felipe Calderón se le dio un palo al avispero, a lo tonto, y la violencia que se vive hoy es consecuencia de ello, sin embargo esa no es justificación para la inacción.
Mientras tanto la Iglesia Católica difundió ayer la jornada de oración por la paz en México, después de los comentarios que hizo el papa Francisco ante la violencia que vive el país y luego de los asesinatos de dos sacerdotes jesuitas en la Sierra Tarahumara.
Es tanta la indefensión que bien valdría ponerse a rezar, sin embargo hay autoridades que no han realizado su trabajo.
Nuestra obligación, antes de orar, es exigir que hagan las labores para las que los políticos fueron electos, aquellas necesidades que creyeron que sí podrían resolver.
Suena trillado, pero es su obligación, están en deuda con los ciudadanos que hasta ahora han aguantado de todo, pero hay límites. El hartazgo ya votó en 2018, puede presentarse en las casillas de nuevo.
andres.amieva@milenio.com