Política

La discriminación más grande del mundo

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El idioma no tiene nada que ver con la discriminación”, dijo el director de la Real Academia de la Lengua Española con motivo del 70 aniversario de la Asociación de Academias de la Lengua Española en una entrevista para El Universal la semana pasada. ¿No? ¿Realmente no tiene nada que ver con la discriminación? El problema es que con solo nombrarla evidencia su existencia. Debatir sobre ello la hace ya de carne y tinta.

No, no en todos los idiomas se dan este tipo de erizadas discusiones. El estonio, el finés y el húngaro, entre otros, son idiomas sin marca de género; es decir, que no necesitan de un género gramatical ni pronominal para expresarse. Sin embargo, el español es nuestro mundo y nuestro mundo tiene otra cosmogonía. En él sí se usa el género masculino como un doble valor: referido a los varones y como genérico. Cristina Peri Rossi, ganadora del Premio Cervantes 2021, lo explica de forma simple y gráfica: las mujeres estamos “encerradas” en la idea “hombres”. Históricamente contenidas en un concepto del cual nos estamos desbordando. Es decir, dentro de la palabra “hombres” están contenidas todas las mujeres; sin embargo, dentro de la palabra “mujeres” jamás estuvo incluido un solo hombre. Cuando llamaban a todos íbamos todas, pero cuando todas levantamos la voz, no todos vinieron. Debo de decir que como niña jamás me molestó el contenedor, no me detuve en ello y ejercí todos los puestos que tuve que asumir en masculino, pero hoy reconozco que suena discordante. La realidad es que si las mujeres ya han ganado las calles, parece descabellado el que no puedan conquistar la gramática.

Y aquí entiendo al director de la Real Academia de la Lengua, a él le toca cuidar este mundo que nos define, nos explica e imagina: nuestro idioma. Velar por la evolución del idioma cuidando su propiedad y corrección: la gramática, la ortografía. “Limpia, fija y da esplendor” es la leyenda en el escudo de la Real Academia, una ambiciosa misión que hace mirar con desconfianza el lenguaje callejero o, aún peor, el lenguaje “jergal” (según define el propio director) de las redes sociales que, a golpes y con una ortografía que lastima la mirada, está tratando de encontrar una nueva gramática.

De cualquier manera, irremediablemente, el lenguaje siempre discrimina. Nombrar el árbol es no querer nombrar ni la piedra ni el río. Pedir que alguien nos acerque el pan es discriminar todas las otras cosas que están sobre la mesa. Con lo cual la premisa del director fue falsa desde el principio. El idioma parte de la discriminación y su etimología “crimin”, “crimen”, significa distinguir, separar.

Y así llegamos al punto crucial. ¿Habrá que luchar contra ello? ¿Dejar del lado el género? Asumir la neutralidad y pensar en el género como un vestigio histórico, un constructo social. No más hombre o mujer: persona. Ni “o” ni “a” ni “e”. Hacer como hará ese concurso de cine del año entrante y ya no separar los premios de actor y actriz, dar un solo premio: el trofeo a la mejor actuación.

Borrar las palabras “feminicidio” y “feminismo” del diccionario. Romper todos los contenedores. No hacer distinciones. El problema es que sin distinciones, todo es lo mismo. Todo es igual.

Habrá que pensar si esa neutralización del lenguaje resulta un triunfo o una rendición.

@olabuenaga

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Ana María Olabuenaga
  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
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