Tuvo que haber sido la adrenalina o el cortisol. Me imagino a las glándulas suprarrenales segregando esas sustancias como única defensa del cuerpo para enfrentar la situación. La frecuencia cardiaca en aumento, los vasos sanguíneos contrayéndose, las vías respiratorias dilatándose. Sudoración, taquicardia, ansiedad, temblores. Justo sería decir que por lo menos no se paralizaron, lo cual hubiera sido la reacción normal frente al miedo. Todos cumplieron e hicieron sus spots de salida para el arranque de la campaña presidencial. Sin embargo, no pudieron evitar que se notara. Como en ningún otro arranque de campaña, aquí a todos se les notó el miedo.
Y que conste que no me refiero al fehlleistung —como se le conoce en alemán al lapsus—.
Un acto fallido, como diría Freud, en el que Claudia cayó casi al inicio de su discurso en el Zócalo. Hablando de la transformación dijo: “Qué continúe la corrup…”, antes de que se tragara la última sílaba y pudiera rectificar. Angustia, nervios. No volvió a equivocarse. Fue un discurso largo, no de líder sino de subgerente. Una presidenta no tiene 100 pendientes o mandados, tiene una visión. Grande. Esas listas las puede hacer un alcalde, un gobernador, pero no un presidente y menos en su discurso de lanzamiento. A nadie puede habérsele quedado una sola frase de lo que dijo, porque no fue memorable: ni en su redacción ni en la forma de comunicarlo. Basta recordar que “¿Ya se cansaron?” fue la única frase con la que la candidata trató de sonar humana y conectar con la audiencia. El problema es que sí, se habían cansado. Un dato curioso, nadie coreaba su nombre, era claro que esta era una serenata al Presidente a los pies del balcón de su oficina. Y en una serenata, nadie levanta en hombros o corea el nombre del mariachi.
Por demás, el spot de salida evidencia el gran miedo de Claudia. Seguridad. Más muertos que en ningún otro sexenio. Terror a perder votos por la violencia e inseguridad. Un spot sin ningún interés visual que habla de los logros de la candidata como jefa de Gobierno, pero, y esta es la clave, endurece y reformula la estrategia “abrazos no balazos” del Presidente. ¿Hasta dónde habrá llegado pues el miedo para contradecirlo con los millones de impactos que tendrá el spot?
Por su parte, el miedo de Xóchitl es más grande: la narrativa de que ella va a quitar los programas sociales. Todos saben que esa es la mayor fortaleza y el gran blindaje de este gobierno: los apoyos, es decir, el bolsillo de los votantes. De ahí que además del spot, Xóchitl hiciera un “pacto de sangre” frente a notario de que no los eliminará. Por mis hijos y mis ancestros, dijo, y firmó con sangre. Es cierto que fue la candidata más entusiasta y apasionada. A la única a la que le corearon el nombre, pero aún “sin miedo”, tiene miedo.
El miedo de Álvarez Máynez es insuperable: no llegar a ser Samuel. Su spot es una calca de lo que le precedió. Trata de decir que es nuevo, pero ya se hizo viejo. Una ensalada de temas con los que intenta conectar con los jóvenes, pero como tiene miedo de no lograrlo, lleva un celular en la mano. Una forma tan boba y primaria de decir que es joven y quiere a los jóvenes con él, que solo evidencia el pánico de no tenerlos.
Ya lo vio, un arranque de miedo. No hay opción: tengamos miedo.