Política

Todos somos Ximena y Pepe

No sólo mataron a Ximena y a Pepe. Mataron una parte de nosotras. Mataron una parte de nosotros.

No. No te confundas. Esto es como lo de Colosio.

A lo mejor eres muy joven. A lo mejor no te acuerdas bien. A lo mejor tus referentes son las series y los documentales.

Te explico: cuando asesinaron a Luis Donaldo Colosio todo el país, todo, se estremeció. Y pasó algo muy raro: nos dolió.

¿Qué tiene esto de raro? Que no era normal que quisiéramos a los políticos del PRI. Los odiábamos. Queríamos que se fueran.

Luis Donaldo era un sol y nuestro corazón estaba con él.

¿Sabes tú lo que era que el corazón de México estuviera con un político del partido más odiado de la nación?

El día que lo asesinaron, los medios interrumpieron todo y nos regalaron coberturas memorables.

Obvio, como eran otros tiempos y teníamos pocas opciones, el medio que más brilló fue la televisión y la empresa que arrasó con todo fue Televisa.

¿Pero qué ocurría de este lado de la realidad? El pueblo lloró. Recuerdo con muchísima claridad que mi teléfono tradicional, el de Telmex, no dejaba de sonar.

Mis amigos (en aquel entonces todos éramos veinteañeros) me marcaban desesperados hasta de otras ciudades. La pregunta siempre era la misma: “¿Qué vamos a hacer?”

¿Sí te das cuenta? No fue la muerte de un candidato, de una figura pública o de alguien de la política. Fue como la muerte de un papá, de alguien de la familia.

Acertadamente, en los medios, las coberturas iban por el mismo lado. Había prudencia pero, sobre todo, respeto. Jacobo Zabludovsky, como siempre, dio cátedra de periodismo televisivo.

Sí me interesa mucho aclarar este punto porque, como estamos en guerra ideológica, ahora resulta que don Jacobo era quién sabe qué demonio.

Y, perdóname, ya quisiéramos hoy un periodista, uno, sólo uno, de la mitad de su tamaño frente a nuestras cámaras y micrófonos.

Regresemos a 2025: mataron a Ximena y a Pepe. Nos mataron a Ximena y a Pepe. Nos dolió. Nos dolió muchísimo.

¿Por qué nos dolió? Porque en este momento, como nunca en nuestra historia, hay una conexión emocional entre el pueblo y las autoridades.

Yo lo veo todo el tiempo. Si no es con una persona, de una posición, es con otra. No importa el cargo.

La frase que más se repite es: “¡Te amo!” La gente se deshace en muestras de cariño, en besos, en abrazos, en “selfies”.

Esto, para las generaciones de antes, es insólito, una locura, una aberración. No lo pueden asimilar y, por lo mismo, hablan de fanatismo, de populismo. ¡Qué pena me da su caso!

El día que asesinaron a Ximena y a Pepe los medios no interrumpieron de inmediato. Había noticiarios al aire, pero no interrupción.

Como que no supieron qué hacer. Como que primero pidieron permiso. Como que primero tuvieron juntas. Como que primero se pusieron de acuerdo.

Nosotras y nosotros, por nuestras redes, nos enteramos casi de inmediato y lloramos. Lloramos mucho. Fue espantoso.

Exactamente como pasó cuando Colosio, nos pusimos en contacto con nuestros amigos, ahora por WhatsApp, y nos desahogamos y nos preguntamos lo mismo: “¿Qué vamos a hacer?”

No fue la muerte de una secretaria particular ni la de un asesor. Fue la muerte de una hermana y de un hermano. Eran parte de la familia.

Lo triste es que la respuesta de los medios fue completamente diferente a la de 1994.

De entrada, en esta suerte de discriminación, de clasismo, como estos dos inmensos seres humanos no eran de lo que ellos consideran “alto nivel”, el trato fue otro.

Y de salida, lo peor: periodistas afirmando a gritos, en la radio, que los habitantes de la Ciudad de México tenemos miedo, conductores jugando al análisis express frente a las cámaras de la televisión.

Teorías de la conspiración por aquí, especulaciones por allá. Todo el mundo se volvió criminólogo y lo importante dejó de ser lo importante.

Si a esto le sumamos el fenómeno de los influencers, créeme, ya no podemos hablar ni de periodismo, ni de respeto ni de nada.

Ximena y Pepe fueron asesinados dos veces. Primero, cuando les dispararon. Después, cuando cayeron en las garras de los medios y de las redes.

Aquí hay mano negra. Y si no me crees, compara lo que nuestras y lo que nuestros líderes de opinión han dicho sobre esto en los últimos días y lo que dijeron de la muerte de Juan Camilo Mouriño en 2008.

Claro, en aquel momento no teníamos “miedo”, no vivíamos en “la dictadura” y Felipe Calderón tenía al país “mejor” que nunca.

Compara. Te ruego que compares. Es muy sucio lo que está pasando ahora porque, te lo repito, aquí sí hay una conexión emocional. Aquí sí hay un pueblo que ama a sus políticos.

¿Cuáles son las notas? Primero que o corregimos las narrativas o a las audiencias que estábamos perdiendo las vamos a perder más rápido.

Y segundo, que va a ser muy complicado que se haga justicia sin que la “Santa Oposición” no se encargue de boicotear los resultados. Pase lo que pase, lo van a arruinar.

Qué difícil, ¿verdad? A todo este dolor le estamos sumando rabia. Yo sólo pido respeto. Entiéndanlo de una vez: Todas somos Ximena y Pepe. Todos somos Ximena Guzmán y José Muñoz.


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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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