Hoy domingo 7 de abril es el primer debate entre los candidatos a la presidencia de la república y ya sabemos lo que va a pasar:
Al final, la gente de Claudia Sheinbaum dirá que ganó Claudia Sheinbaum. La de Xóchitl Gálvez, que ganó Xóchitl Gálvez. Y el señor Álvarez dará la nota de color.
Los debates fueron una herramienta muy atractiva en los años 90. Hoy sólo son un bonito espectáculo que le hace creer a las audiencias de izquierda que las de derecha, cuando lo vean, cambiarán su intención de voto y viceversa.
Por eso media humanidad tiene preparada con muchos días de anticipación, sus computadoras y sus celulares. Suponen que apoyando o atacando van a conseguir algo.
Es entre candoroso, cruel y revelador. ¿De qué? Del “negociazo” en que se han convertido los debates presidenciales.
Tan es así que yo le pregunto: ¿qué diferencia encuentra usted entre lo que pasa cada vez que nuestros candidatos, de lo que sean, participan en estas dinámicas y lo que ocurre a nivel opinión pública y redes sociales cuando se acerca el final de un “reality show”?
Así como los fans de cualquier participante de esta clase de emisiones se juntan para acumular llamadas, hacerse presentes y manipular la balanza a su favor, los partidarios de los candidatos hacen exactamente lo mismo.
En verdad no importa lo que vayan a decir los que van a debatir.
Importa detectar cómo saludan, cómo se ven o en qué se equivocan para que el público se cuelgue de eso para empoderarse en el mundo digital y para que eso les permita jugar a que van a ser los dueños del resultado final.
Yo no tengo ningún estudio en mis manos que me diga si alguna vez en la historia de México, que es muy distinta a la historia de otros países en otros momentos, un debate presidencial ha conseguido que las multitudes dejen de votar por quienes siempre han querido votar.
Tampoco alguno que me indique más o menos lo mismo con esa leyenda urbana, que en realidad es un “bonito” pretexto “comercial”, del porcentaje de mexicanas y de mexicanos que dudan.
¿Qué le hace a usted suponer que hoy por la noche ocurrirá algo diferente?
Se va a poner bueno el chisme y, peor tantito, se va a prestar para lecturas particularmente delicadas porque las dos grandes protagonistas de esto van a ser mujeres y a usted le consta que en México no sabemos manejar eso.
Pero no va a dejar de ser un chisme y, perdón, para chismes hay cualquier cantidad de influencers, programas de radio y de televisión. No necesitamos un debate entre candidatos a la presidencia de la república.
Mucha gente me escribe y me dice: “Álvaro, es que sólo así el pueblo se va a enterar de la verdad. Ahí obtendremos información, podremos comparar”.
¿Así o más ingenuo? Yo dudo que haya muchas personas que, honestamente, se quieran informar.
En este país, en este momento histórico, tecnológico y social, no se trata de información. Se trata de legitimar lo que cada quien quiera.
Si usted es de derecha, no quiere saber nada de la izquierda. Quiere validar sus creencias, sentirse gratificado. Si usted es de izquierda, igual.
Abramos los ojos. Ya no estamos en 1994. Por eso los “spots” tampoco sirven para lo que servían antes.
La parte más penosa de toda esta historia es que, aunque nos den la información, no la queremos leer, no nos da la gana verla, no nos interesa escucharla.
Todos estamos atorados en una suerte de encrucijada histórica y si no me cree, acuérdese de lo que pasó en el debate entre Clara Brugada, Santiago Taboada y Salomón Chertorivski.
¿Sobre qué giraron los comentarios en las redes sociales? ¿En qué se fijaron las audiencias? ¿Qué fue lo que dijeron los analistas políticos? ¿Alguien decidió cambiar su intención de voto?
Necesitamos replantear nuestros esquemas de comunicación electoral pero no podemos porque, tristemente, todo esto también se ha convertido en un botín político.
Cuestionar al INE hoy es tan delicado como confrontar a la Iglesia Católica en tiempos de la Santa Inquisición. No se puede: “¡Estás mal! ¡Me dueles, México! ¡Oh, la dictadura! ¡Salvemos a la democracia!”
En resumen: usted diviértase mucho esta noche, siéntase superhéroe de un país en peligro, suba sus mejores ocurrencias en las redes y vote por quien desde siempre ha sido su mejor opción. Nos vemos el 2 de junio.