Pues sí, está muy divertido todo este asunto de Emilio Lozoya, de las expectativas, del traslado y del debate.
Yo sólo le recuerdo que por acá la gente se sigue contagiando y muriendo de covid-19 a un ritmo escandalosamente alto a nivel mundial.
Ah, pero espéreme. Se pone peor. No tenemos dinero, trabajo ni esperanza. Millones de familias mexicanas se están quedando en la miseria.
Por si esto no fuera lo suficientemente preocupante, la violencia está desatada.
Violencia del crimen organizado, violencia en contra de la mujer, violencia en contra de la comunidad LGBT, violencia en contra de nuestros niños. ¡Violencia!
Y están los desaparecidos, y está el desabasto de medicamentos, y están los damnificados de los terremotos, y está el debate sobre temas tan delicados como la educación sexual y las vacunas.
En buena onda, ¿a usted en qué le afecta el patético espectáculo del caso Lozoya?
Si lo encarcelan, ¿recuperará a sus muertos del covid-19? ¿Le devolverán su trabajo? ¿Volverá a ganar lo que ganaba en febrero? ¿Podrá salir a la calle sin temor a que lo maten?
Bueno, ya, el colmo, si meten a la cárcel a Lozoya, así, bien gacho, ¿usted va a experimentar algo parecido al placer? ¿Le va a dar mucho gusto? ¡Entonces!
¿No estaría mejor pedirle al gobierno que se aplique? ¿Ya se le olvidaron todas las historias, de este corte, que hemos visto en los últimos sexenios?
Esto es peor que la peor de las telenovelas, que el peor de los “reality shows” y que el peor de los “talk shows”. Da flojera.
Desde el principio, estuvo montado con las patas: ¡Oh, sí, van a traer a Lozoya! ¡Tiemblen todos! ¡Va a hablar! ¡Va a sacar videos! ¡Qué espanto!
No sé qué me dio más risa, si el hecho de que muchos de esos cuestionamientos venían de los periodistas que más apoyaron a Lozoya en su momento, o la contradicción en términos ideológicos.
Se suponía que Lozoya era el acusado, el presunto culpable. ¿Por qué le dieron ese trato periodístico?
Esos comunicadores no estaban dando la nota de una persona acusada de corrupción, estaban construyendo la figura de un héroe, de un vengador.
Llegó un punto en que el mensaje era: tengámosle miedo a Lozoya. Perdón, el mensaje tendría que haber sido: Lozoya, tenle miedo a la justicia.
¿Sí entiende la gravedad de esto? Hasta parece que el mismo Lozoya lo pagó desde Europa antes de todo el numerito del traslado. Por eso no hay que hacer cosas buenas que parezcan malas.
Luego vino lo peor: el seguimiento papal del traslado. ¿De cuándo a acá el destino de México entero dependía de ese movimiento? ¿Por qué semejantes coberturas especiales?
Era un presunto delincuente, no los restos de José José.
¿Qué se esperaba provocar con este “escandalito”? Se necesita ser muy ingenuo como para no sospechar cosas horribles ante semejante cúmulo de irregularidades.
Obvio, lo demás es parte del “show”. Desde los debates sobre la credibilidad de la 4T hasta lo de las fotos pasando por lo que usted quiera, guste y mande.
Y pues sí, está muy divertido. La pregunta es: frente a todo lo que estamos padeciendo, ¿a usted todavía le quedan ganas de divertirse?
Lo siento, a mí, no. Yo sí estoy asustado por la pandemia, por la crisis económica, la violencia y todo lo demás.
alvaro.cueva@milenio.com