Qué cosa tan más penosa la que le pasó a Delfina Gómez Álvarez, nuestra secretaria de educación pública.
Como usted vio, la señora anunció en la conferencia matutina del presidente el regreso a clases presenciales y, palabras más, palabras menos, pidió que los niños se presentaran con una carta responsiva.
Días después, Andrés Manuel López Obrador tomó el micrófono para decir que doña Delfina jamás lo consultó sobre este asunto, que él no estaba de acuerdo y que, por supuesto, los niños se podían presentar sin ese documento.
Para no hacerle el cuento largo, como es obvio, media humanidad aprovechó esto para tirarle tierra a la Cuarta Transformación y, al poco tiempo, nuestra secretaria de Educación hizo oficial la cancelación de la carta compromiso.
No sé usted, pero yo celebro esta nota. Enfriemos la cabeza y veamos lo que sucedió aquí.
A doña Delfina o tal vez a alguien de su equipo, se le hizo fácil pedir una carta responsiva para el regreso a clases presenciales de nuestros niños.
Quien pide una carta responsiva es porque tiene cola que le pisen, porque sabe que algo malo podría ocurrir, porque no quiere asumir las consecuencias de una mala práctica.
¿Ése era el mensaje que la Secretaría de Educación Pública le quería mandar a los padres de familia? ¡Es monstruoso! ¡Es una invitación a pánico!
Es decir: si tu hija se contagia es culpa tuya, no mía. Si a tu hijo lo intuban, yo me lavo las manos. ¿Así o más delicado? ¿Así o más cobarde?
Luego viene lo peor: ¿cómo se redacta una carta responsiva? ¿Qué tiene que decir exactamente para que aplique en términos legales? ¿De qué color tiene que ser la tinta de la pluma? ¿Los maestros le van a firmar a los niños de recibido?
A lo mejor usted es muy culta, muy culto y tiene equipo para imprimir todos estos documentos y más, pero por un momento póngase a pensar en los papás de las comunidades más alejadas de la nación, en los que tienen familia grande.
Esto iba a ser un infierno tan espantoso que ya me imagino las demandas y los archiveros en las direcciones de todas las escuelas de México retacadas de cartas guardadas como oro para afrontar cualquier situación que se pudiera presentar.
Se vea por donde se vea, la carta responsiva era un error porque de lo que se trata no es ni de complicarle la vida a las mamás ni a los papá, ni la de poner en peligro a las familias mexicanas. ¡Es el regreso a clases!
Lo importante del regreso a clases fue, es y seguirá siendo siempre el regreso a clases, no la burocracia ni la comunicación interna del presidente.
¿Por qué AMLO no reaccionó la primera vez, justo cuando Delfina Gómez Álvarez hizo el anuncio?
Pudo haber sido por caballerosidad, porque ordenó que investigaran el tema o porque, tal y como sucede en cualquier rueda de prensa del mundo, mientras la secretaria estaba hablando, el líder está pensando en otras cosas o resolviendo otras situaciones en el entendido de que todo fluye de acuerdo con el programa establecido.
Haya sido como haya sido, qué bueno que a López Obrador se le ocurrió decir lo que sucedió porque no sólo nos libró de un extrañísimo trámite, reforzó la idea de que él es el eje de la comunicación oficial en este país y que nada ni nadie puede pasar por encima de su autorización.
¿Ya se puso a pensar en la cantidad de decisiones que se pudieron haber tomado en otras administraciones en donde los presidentes jamás se atrevieron a hacer estas aclaraciones en público?
¿Ya se puso usted a pensar, insisto, en la cantidad de decisiones que se tomaron encima de los presidentes anteriores, tan vez como auténticas trampas políticas, a sabiendas de que ellos jamás se iban a atrever a hacer lo que Andrés Manuel López Obrador hizo con doña Delfina?
Por eso le digo, qué cosa tan más penosa, pero no para él, para la secretaria de Educación Pública. ¿O usted qué opina?
Álvaro Cueva