Lo que más me gusta de mi trabajo es que nunca me aburro. Todo el tiempo me estoy sorprendiendo. Si yo le contara lo que acabo de ver, no me lo creería.
El viernes pasado fui al Teatro Manolo Fábregas a ver un musical, pero no era la reposición de un clásico de Broadway, tampoco el estreno de una obra inspirada en algún libro o la versión con canciones de alguna película de Hollywood.
Era un musical sobre un chico de 16 años que sueña con ser drag.
¡Drag! ¡Como Ru Paul! ¡Como Francis! ¡Como mis reinas de “La más draga”! ¡Un hombre con zapatos de tacón, con peluca, con falda! ¡Un hombre vestido de mujer!
¿Sí entiende lo que le estoy diciendo? Estamos en México, donde hasta hace muy poco años todo lo que tuviera que ver con diversidad sexual estaba condenado a presentarse sólo en circuitos de nicho.
Casi, casi, clandestinos, pornográficos, prohibidos.
Y esto va más allá de ser una obra “gay”. Es una obra drag. ¡Un musical drag! ¡Menores de edad drags!
Con una producción multimillonaria, grandes estrellas, música en vivo y clandestinidad… ¿Cuál clandestinidad?
Al contrario, esto brilla por todos lados: en las redes, en los medios, en las calles.
Se llama “Todo el mundo habla de Jamie” y es exactamente lo que jamás pensé ver en la vida.
¿Sabe usted lo que es para un hombre de mi generación ver algo así?
Ya me puedo morir en paz. Vi en mi propia ciudad un musical drag con la misma calidad como si lo hubiera visto en Londres, con el teatro lleno y el público feliz.
¡Para que luego vengan y me digan que los mexicanos estamos muy mal, que nos quedamos atrás y que no estamos preparados para gozar con esta clase de propuestas!
No quepo en mí de la alegría y no sé qué me emociona más, si lo maravilloso que está este musical producido por María Guevara, Gabriel Guevara, Paulina Cortez y Mónica Bravo o el tipo de gente que abarrotó el Manolo Fábregas.
Había padres de familia, drags, muchachas, miembros de la comunidad LGBT, adultos mayores.
¿Me creería si le dijera que no paraban de reaccionar a cada escena y que todos, al final, después de tres horas de “show”, nos pusimos de pie para ovacionar a Joaquín Bondoni?
Porque ésa es otra: Joaquín, protagonizando esto, hace un trabajo increíble. Se echa al público en el bolsillo desde la primera escena y lo lleva de sorpresa en sorpresa.
¡Cómo ha crecido este chico a quien muchos conocimos de niño haciendo telenovelas!
“Todo el mundo habla de Jamie” vale no sólo por todo lo que le estoy diciendo, que es histórico. Vale por Joaquín y porque es la carta de presentación de una nueva generación de actrices y de actores entre los cuales podrían estar los grandes ídolo internacionales del teatro musical del futuro.
Aclaro que Joaquín, como Flor Benítez y Alberto Lomnitz, alterna funciones con Nelson Carrera, María Filippini y el gran Rogelio Suárez.
Prometo ir lo antes posible a ver al otro reparto y celebrarlo como celebré a Luz Aldán, Tanya Valenzuela, Fernanda Terán, Kevin Hernández, Desiree Pérez, Diego Meléndez, Vanessa Bravo, Regina Voce, Leexa Fox y Liza Zan Zuzzi, entre muchos, muchísimos talentos más.
Por si todo lo que le acabo de decir no fuera suficiente, hay otro asunto fundamental alrededor de este título: está inspirado en una historia real de resiliencia, valor y empoderamiento, y el viernes que fui me tocó conocer al Jamie y a su mamá de verdad.
Fue hermoso, brillante, lo máximo. ¿Y qué me dice de la puesta en escena?
Yo necesitaría como cuatro columnas más para detenerme en la espectacularidad de este montaje, en la riqueza de la canciones, en la variedad de ritmos y en la locura de escenografía y vestuario.
Gran texto de Tom Macrae con música de Dan Gillespie Sells bajo la dirección de Alejandro Villalobos, la dirección musical de Analí Sánchez Neri, la dirección actoral de Alberto Lomnitz y la coreografía de Hugo Curcumelis.
“Todo el mundo habla de Jamie” es lo mejor que nos pudo haber pasado como público y como sociedad. La amé, la amé, la amé. Luche por verla cuanto antes porque las temporadas ya no duran lo que duraban antes. Le va a gustar. De veras que sí.