Acabábamos de intercambiar audios. Nos íbamos a ver pronto para celebrar tus éxitos y hablar del futuro. ¡Del futuro! ¿Qué pasó? Yo te dejé muy contento por los resultados de tu última telenovela y ahora esto.
No puedo parar de llorar. Sé que no fuimos íntimos amigos pero había cariño y, sobre todo, mucho respeto. Tanto, que a pesar de que en muchas ocasiones hice pedazos tu trabajo, tú siempre tuviste la madurez para aceptar y entender la crítica.
¿Sabes el enorme hueco que dejas en la industria de la televisión panregional? Me da miedo pensar en lo que va a pasar con tu gente, con tus proyectos, con tu legado.
Tú nunca fuiste de los consentidos. Hasta te habían sacado de Televisa. Pero no sólo regresaste por la puerta grande, regresaste generando muchos de los más vistos melodramas seriados de los últimos años.
Y no sólo hablo de México. ¿Qué me dices del impacto de tu obra en Estados Unidos y en muchos rincones de Hispanoamérica?
Tú eras el único productor que me regalaba tamales. ¿Te acuerdas? Como buenos regiomontanos, teníamos muchas y muy buenas anécdotas, y amábamos los tamales, pero no los de Monterrey. ¡Los de Torreón!
Y cada que ibas, me comprabas tamales de allá. Por eso, cuando te invité a “El show de las TLNovelas” te recibí con tamales norteños. Sólo tú y yo lo entendimos, pero fue precioso.
Haber estado cerca de ti fue así: precioso. Me llenaba de amor y de orgullo escuchar cómo te esforzabas por crear telenovelas pensadas específicamente para la gente más humilde, para el verdadero pueblo de México y de América Latina.
Tú siempre me lo dijiste: fuiste “hijo” de Valentín Pimstein. A él le aprendiste el respeto por las audiencias en los tiempos de “Rosa Salvaje”, “Simplemente María”, “La pícara soñadora” y “Carrusel de las Américas”.
Y hay una cosa muy interesante en tu carrera. Tú, en verdad, te fuiste haciendo poco a poco. Del público más infantil y del horario más vespertino a las audiencias más familiares y los horarios más nocturnos.
Yo no sé si los jóvenes de hoy, que gustan de vivir la nostalgia de cuando fueron niños en los años 90, lo aprecien pero tú “campechaneabas” telenovelas infantiles en el mismo horario que Rosy Ocampo.
Así fue como marcaste a millones de chiquitas y chiquitos con “Gotita de amor”, “Carita de ángel” y “¡Vivan los niños!”
Estoy seguro de que Pimstein se sentía muy orgulloso de ti porque sí alcanzó a ver que tú no sólo aprendiste bien, superaste al maestro.
Si no fuera así, explícame cómo fue que cambiaste la historia de México al hacer “Destilando amor” en 2007.
Y no, afirmar esto no es una exageración. Ahí tú reinventaste a Angélica Rivera. Ahí tú la convertiste en “La Gaviota” y todos recordamos lo que sucedió después.
Nadie, ni don Ernesto, ni Valentín, ni Miguel Sabido, pueden presumir de haber sentado a una Primera Dama en Los Pinos como tú.
Y no lo hiciste a la mala. Por favor no me malinterpretes. Lo hiciste con el puro talento de doña Angélica, que es una gran actriz, y con ese dominio que no cualquiera tiene de lo que es, fue y será la verdadera y única telenovela mexicana.
Ojalá que algún día pueda volver a escribir un libro donde profundice sobre todo lo que hay alrededor de tu obra porque no te quiero aturdir yéndome emisión tras emisión.
Pero te tengo que dar las gracias en nombre de figuras como Érika Buenfil, Majorie de Sousa, Eiza González, Marlene Favela, Aracely Arámbula, Eduardo Yáñez, Sebastián Rulli y David Zepeda, por mencionar sólo a unos cuantos porque sin ti tal vez hoy no tendrían la posición de honor que tienen en nuestro imaginario colectivo.
Fuiste un enorme creador y “consagrador” de estrellas, un hombre sabio, disciplinado y generoso con el que sí se podía hablar, que celebraba el cumpleaños hasta del más humilde de sus colaboradores.
No por nada eres tan querido. Perdón si no digo fuiste pero es que no puedo, se me cierra la garganta. Es muy difícil. Perdón.
Estés donde estés, gracias. No me voy a despedir. Quiero imaginar que en cualquier momento me va a entrar un audio al celular y que vas a ser tú, invitándome a desayunar.
¡Gracias por todo, querido Nicandro! ¡Gracias por tanto! Todo mi amor, respeto y admiración para ti.
Álvaro Cueva.