Hoy se estrena Conversaciones, una película mexicana que me interesa que vaya a ver porque retrata, de una manera bastante ingeniosa, lo que está pasando en nuestro país.
Ojo: no es un filme político, una cinta sobre pandemias ni una narcopelícula. Es un viaje al interior de “la gran familia mexicana”.
Seguramente usted lo sabe, lo ha visto o lo ha vivido. En este país se ha construido una especie de mito alrededor de los que son nuestras familias.
Y ese mito dice que somos lo máximo de lo máximo, que en todo el planeta Tierra envidian nuestros valores, y que nuestras mamás son unas reinas, y que todos veneramos a nuestros ancianos y que, ¡qué barbaridad!, ¡qué bonita familia!
Si eso fuera cierto, por favor explíqueme por qué somos los consumidores número uno de pornografía infantil a nivel internacional.
Dígame por qué somos potencia mundial en violencia en contra de la mujer, por qué abandonamos a nuestros adultos mayores y el por qué de tantas cosas monstruosas que a fuerza de estarlas viendo todos los días, ya ni siquiera llaman nuestra atención.
Conversaciones es eso, un diálogo hacia el interior de nuestra vida, una película de terror social, de ésas que ahora están haciendo los gringos, pero sustituyendo el racismo por otros males muchos más marcados por acá.
Tuve el privilegio de verla y la amé porque es un tipo de cine que sacude, que reta. Como Tarantino, pero con una voz propia y a la mexicana.
Estructuralmente no es la película de toda la vida. Comienza de una forma, en una época, con ciertos personajes. Luego se va a otro lado, a otro momento. Uno no sabe qué está pasando, pero lo siente.
De ahí, la historia salta hacia lo inesperado, hacia el horror, y luego se va a lo infantil. Y lo que uno pensaba que no tenía que ver con lo anterior, resulta que sí, y lo que sí, que no.
¡Es una locura! Una locura entretenidísima que llega a la cúspide de la revelación justo cuando aparece el personaje de Alberto Estrella, una suerte de Hannibal Lecter de 2020.
¿Por qué le digo lo de Hannibal Lecter? No porque el señor interprete a un psicópata caníbal. ¡No! Porque con muy pocas escenas, don Alberto se come todo el filme.
Su actuación va más allá de lo convincente. Es magistral. Y justo cuando uno piensa que aquello se va a poner todavía más denso, aparecen destellos de humor con situaciones digitales que muchos hemos padecido.
Conversaciones es una gran película donde cada secuencia conversa con la otra y donde el público termina conversando ya sea con sus acompañantes, ya se consigo mismo.
Hace mucho que no veía una película mexicana así y eso me llena de orgullo porque justo ahora que la tendencia es volver al origen, un alto porcentaje de los espectadores que gozan con esta clase de cintas van a sentir eso, que están regresando a los años 80, a los 90.
Felicito desde aquí a su reparto, formado por un montón de estrellas y nuevos talentos que usted va a reconocer de mil y un series, y a Eduardo M. Clorio, su director, un hombre particularmente creativo y valiente que ya nos había regalado joyitas como Deseo deseo de Amazon Prime Video.
Luche por ir al cine este fin de semana a conversar con Conversaciones. Le va a decir cosas. De veras que sí.
alvaro.cueva@milenio.com