“¡Qué güey! ¿Cómo es posible que me haya tardado tanto en venir a divertirme con esta maravilla”.
Le juro que eso fue lo que dije el viernes pasado cuando salí de ver “El show de terror de Rocky” en el Nuevo Teatro Silvia Pinal.
No, y espérese, se pone peor: esta gran producción de Jaime Calpe y Rafa Maza ya se está despidiendo. Ya se va. ¡No, por favor! ¡Mate por verla! ¡No se la pierda! ¡Es lo máximo!
Le explico: yo, como miles de personas en todo México, soy megafan de “El show de terror de Rocky”. La he visto en “45 mil” versiones teatrales, obvio en el cine y hasta en “Glee”.
Estamos hablando de uno de los musicales más chistosos, irreverentes y entrañables del mundo.
Bueno, ¿me creería si le dijera que amé esta versión respaldada nada más y nada menos que por The Rocky Horror Company Limited, la dueña oficial de este concepto?
¿Por qué la amé? Porque más allá de la lógica idealización que cualquier pudiera tener de los primeros montajes, aquí se supera por mucho todo lo antes visto.
Como se trata de una franquicia consolidada que parte del supuesto de una franquicia consolidada, el resultado es millones de veces más entretenido.
No le voy a vender trama para no arruinarle la experiencia, pero hasta la parte de la interacción del público está increíblemente bien resuelta desde antes de que empiece la obra.
De cualquier forma, le recomiendo que pase a la dulcería y compre su paquete interactivo para que viva el “terror” a la ene potencia.
En el muy remoto caso de que usted no sepa de lo que le estoy escribiendo, lo pongo en antecedentes:
Hace muchos años, usted compraba un boleto para ir al cine, se metía y ahí se podía quedar todo el día viendo varias películas diferentes.
El pretexto era ir a ver filmes de ciencia ficción o de miedo para abrazar a la pareja y como no queriendo la cosa, besarla.
“El show de terror de Rocky” es un musical que revive eso. Usted entra al teatro supuestamente para ver una “permanencia voluntaria” de películas de terror pero, en realidad, va a jugar al amor.
¿Y en qué consiste la “permanencia voluntaria”? En ver la historia de horror que vive una pareja típica de las películas gringas, entre monstruos, extraterrestres y, por supuesto, mucha sensualidad.
¡Son puros lugares comunes! Lo interesante es que como nadie se puede tomar en serio algo tan obvio, el público comienza a interactuar con “la película” burlándose, gritando y, por supuesto, bailando un montón de veces.
Es un “show” como no hay otro en el universo teatral, un clásico imperdible con garantía de buen humor.
Me queda claro que cuando esto se inventó el contexto era otro y que era un tanto escandaloso que se hablara de virginidades, diversidad sexual, poliamor y de muchos otros temas que hoy son cotidianos.
Por eso en la actualidad, “El show de terror de Rocky” es una botana suculenta, una vivencia 100 por ciento terapéutica ideal para acabar con la tristeza, la depresión, el aburrimiento y la ansiedad.
Además, no sabe usted qué gran trabajo de producción, qué espectacular adaptación ni qué inmensos trabajos actorales.
Imagínese que el narrador es el ganado del premio Los Metro como mejor actor en un musical, el señor Gerardo González, y que la protagonista femenina es la inmensa Gloria Aura que quien hemos adorado en proyectos como “Mamma mía” y “Los locos Addams”.
Por si esto no fuera suficiente, Beto Torres, Moisés Araiza, María Filippini, Cecilia Arias, Marcelo Carraro, Carla Heftye y todos los demás están espléndidos.
En muchos países pelearían por un musical la mitad de bien hecho que éste cuyas canciones, como “El baile del sapo”, por supuesto que las multitudes conocen y dominan.
Además, el mensaje sigue siendo hermoso: “No sueñes, vive”. ¡De eso exactamente se trata lo que muchos queremos hoy! ¡Dejemos de soñar! ¡Comencemos a vivir! ¡Volvamos a vivir!
Luche por ver “El show de terror de Rocky” antes de que la quiten en el Nuevo Teatro Silvia Pinal de la Ciudad de México. Consulte cartelera y redes sociales. Le va a gustar. De veras que sí.
Álvaro Cueva
alvaro.cueva@milenio.com