Queridos amigos de TelevisaUnivision: yo, como muchas personas, me siento profundamente defraudado con el final de la telenovela “Las hijas de la señora García”, el que se transmitió la noche del domingo 2 de marzo por Las Estrellas.
¿Por qué si, honestamente, no terminó muy distinto a como han terminado muchos melodramas seriados en los últimos meses?
Precisamente por eso. Porque hay un punto en que, de este lado de la pantalla, las audiencias sentimos que no le están echando ganas, que no se están esforzando por emocionarnos, que están grabando nomás por grabar.
Se supone que ustedes son los más grandes expertos en hacer telenovelas de todo el mundo, ¿verdad? Bueno, pues les tengo un reto:
Hagan una telenovela que nos emocione tanto o más que “La casa de los famosos, México”. Hagan una telenovela que nos obligue a hacer fiestas multitudinarias para ver el final. Hagan una telenovela que paralice al país entero.
Quiero volver a ver una telenovela que me haga suspirar, que me haga llorar, que me envicie, que me represente, que me tenga de nervios esperando el final.
Si los coreanos, los turcos, los brasileños y hasta los gringos de Miami pueden, ¿por qué ustedes no? No es un tema de presupuestos. Es de voluntad.
Con “Las hijas de la señora García” tuvieron todo para enloquecernos y obsequiarnos un desenlace memorable, pero lo dejaron ir cayendo en los peores lugares comunes de todo lo que acabamos de ver en “Amor amargo”, “Papás por conveniencia” y “El ángel de Aurora”.
Ojo: “Las hijas de la señora García” era la “novela” estelar, el producto estrella, el más fino, el más elaborado.
Por lo mismo, el nivel de exigencia debió haber sido mil veces mayor. Desde la parte de los libretos hasta la postproducción. ¿Qué pasó ahí?
No sé ustedes, que se dedican a crear esto, pero yo, como público, estoy harto de ver finales donde las mexicanas y los mexicanos abrimos un cajón y sacamos una pistola para arreglar todo a balazos.
Independientemente de que eso manda el peor de los mensajes de lo que somos, ni en mi familia ni en la de la mayoría de las personas que le damos sentido a este país tenemos eso ni hacemos eso. ¡Basta!
Basta de escenas de relleno, de desenlaces eternos con todo el reparto reunido como en convención para inventarse fiestecitas familiares llenas de comida, de globos y de diálogos intrascendentes cuyo único objetivo es que todos se tomen una foto para que aparezca la palabra fin.
Basta de epílogos con los personajes varios años después de la boda, del bautizo o de la celebración que ustedes quieran, gusten y manden, presumiendo a todos los hijos que tuvieron y escupiendo frases célebres sobre el amor, la familia y los valores humanos.
¡Y luego nos salen con que va a haber precuela, secuela, saga y no sé cuántas cosas más!
Mejor vuélvanos a contar una historia, una maldita historia lo suficientemente poderosa que, sin necesidad de finales alternativos ni de ninguna clase de trucos, se quede en la memoria colectiva durante años.
No se trata ni de volver a la telenovela tradicional ni de revolucionar la industria del entretenimiento transformando aquello en un campo de experimentación.
Se trata de hacer las cosas bien desde el principio, desde el principio y hasta el final. Nadie como ustedes sabe cómo hacerlo. Nadie.
¿Aceptan el reto? ¿Nos van a ofrecer una grandiosa telenovela estelar como las que nos ofrecían antes?
Dejo esto por aquí y me retiro lentamente mientras canto con muchísima rabia: “Cueste lo que cueste, me levantaré…”