Hubo una época, hace tres décadas, en que los espectadores radicales reprocharon a una de las películas revolucionarias de la historia del cine su título: Jurassic Park. Sin considerar la extraordinaria novela de Michael Crichton en la que se basa, con mucha investigación científica, ni los asombrosos efectos especiales que trajeron a la vida a especies extintas hace por lo menos 65 millones de años, el reclamo recaía en que Steven Spielberg revolvía animales del periodo indicado en el nombre del parque con los del Cretácico.
La saga cumplió sus primeras tres entregas con la inclusión de nuevas especies, pasando del tiranosaurio rex y el velocirraptor, cuyas enormes dimensiones lo ubican más bien como el Utahraptor descubierto por aquellos años 90, al pterodáctilo y el spinosaurio, un gigante híbrido, terrestre y anfibio, que estelarizó la tercera de la serie. Luego vinieron los experimentos de Jurassic World con ejemplares inventados para ser “más cool” y tener “más dientes”.
Así que aquellos nostálgicos de la pureza de las eras geológicas, aunque se trate de una cinta de ficción, se habrán infartado con la nueva entrega de Jurassic World Dominion, que se presume final, pues además de la irrupción de nuevas especies hay momentos estelares para no dinosaurios, como el reptil volador quetzalcoatlus y la repetición en escena del mosasaurio, ambos exagerados en sus dimensiones si bien eran los pesos pesados de su época en el aire y en el mar. Y algo más: la introducción de un invitado del Triásico, es decir, de una era anterior a la de los dinosaurios: el dimetrodón, un cuadrúpedo con una enorme vela dorsal, especializado en la caza de peces y pequeños reptiles.
Delicia para los nostálgicos que vieron el regreso de los tres actores icónicos de la cinta original, la película decepciona con una acumulación de escenas que lucen apresuradas para que la entrega no se les fuera a tres horas y los grandes invitados al gran final, como el giganotosaurio, tienen apenas unos pocos segundos en pantalla. La saga Jurassic se asoma a la extinción.
Alfredo C. Villeda@acvilleda