El joven Iván Petunin, mejor conocido como Walkie T, participó en 2016 en un concurso titulado La batalla del rap y el video de la canción “Estrellas”, que lo llevó a la semifinal junto con el ucraniano Artem Lojk, acumuló en cosa de días seis millones de visitas. En la región sureña de Rusia era un ídolo, una discreta celebridad si se quiere, y quizá por eso su ingreso a un hospital psiquiátrico al año siguiente desató una conmoción: lo aquejaba una fuerte depresión.
El primero de octubre pasado, me entero por una nota del Corriere della Sera, se dio a conocer que el chico, de 27 años, se lanzó desde el undécimo piso de un edificio en el que habitaba en la Calle del Congreso de Krasnodar. Las razones las dejó expuestas en un video y son inequívocas: no estaba dispuesto a ser reclutado de manera forzosa y no estaba listo, expone en su mensaje, para matar a nadie.
“Me ha hecho mucho mal encontrarme en este mundo donde en los últimos siete meses domina la guerra. No puedo ni quiero que pese sobre mi alma el pecado de homicidio. No estoy listo para asesinar a nadie por ningún ideal. No tengo derecho de portar un fusil para disparar a las personas”, expone en un video, además de dejar un mensaje a su novia y sus amigos: “Quisiera que la gente recuerde que he procedido según mi propia conciencia y he muerto por mis principios”.
Walkie T será recordado como un símbolo del rechazo a la guerra y como una víctima de la movilización ordenada por Putin para intensificar la invasión a Ucrania. Cierto, no era un reservista y sabía que su condición de salud mental lo exentaba del llamado al ejército en primera instancia. Pero temía un segundo reclutamiento con carácter obligatorio.
“¿Quién dice que ser joven es fácil?”, se pregunta Walkie T en su aclamada canción, en la que también se plantea si es seguro quedarse solo dentro de la aplicación Telegram, de origen ruso, y lamenta que cuando los chavos terminan de dar sus opiniones son detenidos por el delito de pensar.
Alfredo Campos Villeda
@acvilleda
