Monumento y motivo de escritores e historiadores, Napoleón veía con desprecio a los primeros y con desconfianza a los segundos. “Fabricantes de frases”, decía de los literatos, pese a que después algunos dedicaron líneas legendarias, como la crónica de Stendhal sobre el sitio de Waterloo o la certeza de Balzac de que si el emperador conquistaba con la espada, él, novelista, lo haría con la pluma.
Hoy que el personaje ha vuelto al ruedo mundial con la película de Ridley Scott, valga hacer algunos apuntes y recomendar dos o tres títulos que darán mejor contexto a la cinta, mayoritariamente vapuleada por la crítica especializada, aunque en ciertos puntos de forma injusta, como lo hacen quienes reclaman “inexactitud” o “falsedad” histórica.
La película es eso, una obra de ficción, no un documental, por lo que es inútil criticar si de verdad bombardeó las pirámides de Egipto, territorio que sí saqueó y consta en el sótano del Museo del Louvre, o si Robespierre murió como aquí se exhibe. De atenerse al rigor histórico, la caída del jacobino es aún más dramática, con una intervención decisiva de Joseph Fouché, a quien Scott da dos segundos y ningún parlamento en dos horas y media.
El también llamado Carnicero de Lyon fue un personaje clave en la vida de poder del corso, como se puede leer en algunos pasajes de las Memorias de Napoleón, editadas por Desván de Handa con el curioso subtítulo de “escritas por él mismo”, o en la biografía Fouché: el genio tenebroso, de Stefan Zweig, que en mis épocas universitarias podíamos leer en una edición de Época a la que le volaron la introducción, o ahora en Acantilado con la leyenda “Retrato de un hombre político”.
Napoleón hizo público un dato sobre Fouché, al que designó jefe de policía: era el único hombre al que temía.
Por lo demás, la vuelta constante a los campos de guerra en el filme era obligada, tratándose de uno de los mayores estrategas en la historia, y quizá deba sostenerse que sí hay un exceso de escenas sobre la relación con Josefina, como aquella inexplicable en la que están debajo de una mesa, que poco aportan a la trama.
En cuanto a la violencia, pues es Ridley Scott: Alien, Blade Runner, Thelma & Louise, La caída del halcón negro, Gladiador...