Los del bando azul, que han experimentado cuanto han podido tomando fórmulas de aquí y de allá, nomás no dan pie con bola. Ya son diecinueve años que no han logrado un triunfo digno, contundente, mayor, del que vanagloriarse. En las dos más recientes competencias para la grande sencillamente desaparecieron, porque su desempeño previo los sacó de la jugada, con ocurrencias e improvisación. Sus resultados los dejaron en una posición delicada y con pocas expectativas para lo que viene.
Dejaron de ser ellos, los del bando azul, para convertirse en un híbrido sin pies ni cabeza, pese a su porra cautiva, que la tienen, y pese a su dedicación de lleno al oficio. En su intento por camuflarse o querer sumar sin atender a sus principios, a su historia y a sus antiguos liderazgos, acabaron como una caricatura variopinta que, ya ante el reflector de la competencia, se difumina en papelitos lanzados al aire, sin rumbo.
Sobre esto ha hablado semanas atrás, palabras más, palabras menos, Gianluigi Buffon, aquel legendario portero de la Juventus, centrando sus críticas en que las inercias europeas han obligado a su selección, Italia, a querer ser España, Francia, Barcelona o Real Madrid, olvidándose de su estilo clásico, el catenaccio (cerrojo ultradefensivo, conservador), que les permitía lanzar latigazos con una dupla letal arriba y con los que ganaron sus cuatro títulos mundiales. Ahora llevan dos certámenes al hilo ausentes.
Recordaba estas palabras del portero italiano por la debacle de otros azules, los del PAN, desde su triunfo presidencial de 2006, cuando la gente se comenzó a cansar, entre otras razones, porque no representaron mayor cambio que los anteriores, no desmontaron la maquinaria prehistórica priista, y sí generaron, sobre todo con Felipe Calderón, una batida sangrienta a escala nacional.
Borrados por Peña Nieto, López Obrador y Sheinbaum, han dado la espalda a su historia y se convirtieron en una botarga jurásica, literalmente, con vivos tricolores. Hoy, desde el fondo del desfiladero, se refundan con la gran idea de quitarse la chamarra priista y recorrerse a la ultraderecha. Vuelven al catenaccio, pero no se dan cuenta de su falta de figuras al frente para ganar elecciones.
