Desde la era pre-internet, tener una computadora en casa ha representado, además de un privilegio, una ventaja en términos académicos, lo cual ha resultado evidente ahora que la forzosa digitalización de la educación durante la pandemia ha revelado las profundas brechas tecnológicas que separan a muchos estudiantes y profesorxs. Yo fui afortunado. Recuerdo: encendía la computadora. Esperaba a que cargara el sistema. Insertaba un disquete de 5 ¼. Escribía: A:. Enter. Y luego: LOBO.exe. Enter.
El comando ordenaba a mi computadora armada con un procesador 386 correr uno de los primeros softwares educativos mexicanos. Recuerdo a mi padre llegar con un joven regordete, de aspecto extraño: cabello lacio sobre la frente y gruesos lentes montados en un armazón tipo aviador. Se llamaba Chencho y fue el primer tech-guy que conocí. Por ahí del 93 tenía un local de computadoras en Abasolo, el cual atendía cuando no trabajaba como despachador en la gas de Dos Caminos. Me enseñó a correr PC-LOBO en la computadora que apenas hacía unos meses mi padre había llevado a la casa. Yo esperaba encontrar en el juego, obviamente, un lobo. Pero Chencho me dijo: Se llama así por su creador: Lobato Malacara. Uno no olvida un nombre así. Recuerdo que PC-LOBO tenía 6 niveles, uno correspondiente a cada grado de primaria, dividido por asignaturas. Había que responder preguntas en un ambiente de juego textual, con bloques de colores y actividades numéricas. Recuerdo que pasaba horas jugando. Y estudiando. LOBO, Math Blaster y Funnels: un juego muy rudimentario en el que operaciones matemáticas caían de la pantalla y había que resolverlas antes de que llegaran al fondo. La tecnología educativa comparte origen con el lenguaje de los videojuegos.
@eljalf
