La moda de generar imágenes con IA llegó a su punto máximo hace unas semanas. Si bien la tecnología que lo permitía está disponible desde la segunda mitad de 2022, la integración de sus versiones más avanzadas en la interfaz conversacional de ChatGPT y la “belleza” de los resultados propiciaron ese frenesí: la capacidad de convertir, con una facilidad abrumadora, fotografías en cuadros salidos del universo visual del estudio Ghibli y del genio detrás de esas producciones, Hayao Miyazaki.
Por un lado, detrás de esa tendencia podríamos ver un necesario y paradójico escape del propio mundo digital, que, además de superficial, cada vez se revela más repetitivo, aburrido y anodino. Es decir: por un momento, la ghiblificación de nuestros retratos permitió, tal vez, imaginarnos en ambientes más amables y operar en un universo ficcional visualmente hermoso y ser personajes en los que nuestras fallas e imperfecciones son bellas consecuencias de una estética que todo perdona y acepta.
Por otro lado, puso sobre la mesa la voracidad textual y conceptual de la IA y el problema ético de la apropiación de un estilo visual en nombre de una moda que evidencia superficialidad y resulta el paroxismo del consumo irreflexivo, pues muchas personas que ghiblificaron sus fotos no tienen ni idea de quién es Miyazaki.
Pero también provocó la necesaria reflexión sobre el coste energético e hídrico de las Inteligencias Artificiales (100 palabras generadas por ChatGPT consumen medio litro de agua y la creación de una sola imagen gasta hasta 2 litros), y evidenció su voracidad por datos que ha puesto en crisis proyectos como el de Wikipedia.
La idea de Alessandro Baricco se hace evidente en esta nueva realidad tecnológica. Según el escritor italiano, la tecnología nos ha impuesto un estilo de vida (y una idea de mundo y civilización) que hemos aceptado sin pensar verdaderamente en sus consecuencias ambientales, en sus efectos en nuestras formas de relacionarnos, en nuestra inteligencia y, sobre todo, en nuestras concepciones del bien y el mal.
Supongo que el mismo uso de la IA nos obligará a reflexionar, luego ya de una crisis ambiental inevitable, en nuestro papel como humanos en un mundo en el que tendemos a ser cada vez más prescindibles.