El odio ha sido un efectivo catalizador del cambio político. Las revoluciones populistas se basan en la polarización, y toda división es en sí misma una forma de violencia que consiste, en mayor o menor medida, en el desprecio del otro, cualquiera que este sea. Empédocles, hace muchos siglos ya, afirmó que el amor es un principio universal de cohesión, mientras que el odio lo es de disgregación. El odio despierta un sentimiento de desagrado, aversión o irritación, y un deseo de alejamiento o aniquilación, dice José Antonio Marina, característica que lo distingue del desprecio o el desdén. Para el que odia es fundamental el deseo de aniquilación.
Históricamente, los regímenes autoritarios han construido un ente depositario del odio para manipular a la masa. El movimiento consiste en crear un otro símbolo del mal y la perversidad. Pero es fundamental que ese otro sea extirpable, que en sí mismo represente lo que puede expulsarse para simbólicamente desterrar al mal con él. El poder capitaliza el odio cuando lo encamina al otro, al diferente, al extranjero.
Pienso en todo esto escuchar ver el mensaje que la obispa de la Catedral Nacional de Washington, Mariann Edgar Budde, le dirigió a Trump: “tenga piedad de las personas que en este momento tienen miedo. Son niños homosexuales, niñas lesbianas, niños transgénero en familias republicanas, demócratas e independientes, y algunos temen por sus vidas. Le pido que tenga piedad de aquellos en nuestra comunidad cuyos niños temen que sus padres sean llevados lejos, y que ayude a quienes llegan aquí huyendo de la guerra y la persecución buscando compasión”.
Creo que el mensaje es conmovedor desde su honesta inocencia. El odio no acepta lógica ni piedad; al contrario, se regodea en el sufrimiento y la desgracia de aquel elegido y creado para ser depositario de los más arraigados temores de las sociedades contemporáneas, siempre tambaleantes, al borde del colapso y de la tragedia.
No olvidemos que detrás del odio está la ignorancia. La ignorancia en general y la ignorancia del otro. Sólo la valentía es arma contra el odio.
