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Política monetaria asimétrica y sus efectos en la renta fija

El Banco de México decidió reducir su tasa de referencia a 7.75 por ciento en su última reunión de agosto, con lo que marca una nueva etapa en su ciclo de relajamiento monetario. A diferencia de los recortes de 50 puntos base, que dominaban su narrativa en el primer semestre del año, esta vez el ajuste fue más contenido. El mensaje es evidente: la inflación general ha cedido, pero la subyacente redujo su ritmo de desaceleración. En paralelo, el entorno externo se ha tornado más complejo, especialmente por la prudencia que ha mostrado la Reserva Federal en Estados Unidos.

La Fed ha mantenido su tasa entre 4.25 y 4.50 por ciento. Al respecto, podríamos decir que se empiezan a ver algunas grietas en los datos de consumo, el mercado laboral y la inversión, pero finalmente la economía americana muestra resiliencia. Dentro del FOMC hay voces que consideran apropiado iniciar un ciclo de recortes en los próximos meses. Sin embargo, la división interna es clara. Algunos miembros alertan sobre presiones inflacionarias residuales, especialmente en servicios, mientras que otros empiezan a poner mayor atención en la evolución del empleo y el enfriamiento de la economía. Esto, además de una posible presión en la inflación provocada por las tarifas impuestas. Por ahora, en esta divergencia, el mercado descuenta con alta probabilidad un recorte en septiembre, pero sin consenso sobre el ritmo posterior, y posiblemente 2 recortes durante el resto del año. No obstante, el mercado ha demostrado alta volatilidad y poca eficiencia en predecir los movimientos reales del Banco Central.

En este contexto, México enfrenta una restricción implícita. A pesar de la autonomía de Banxico, su margen de acción no es ilimitado. La estabilidad del tipo de cambio y el diferencial de tasas frente a Estados Unidos han sido factores clave para sostener la demanda por activos en pesos. Un relajamiento acelerado de la política monetaria local sin una respuesta similar por parte de la Fed, podría erosionar ese diferencial y provocar salidas de capital que pudieran poner algo de presión. Por ahora, el peso se ha mantenido firme y los flujos hacia instrumentos locales continúan, pero el margen es cada vez más estrecho.

En paralelo, la inflación subyacente en México no ha mostrado la misma rapidez en su desaceleración que la inflación general. Aunque se han hecho progresos, los niveles actuales no permiten una relajación demasiado optimista. De igual forma, en Estados Unidos, la trayectoria desinflacionaria ha sido dispareja y aún no se consolida. Ambas economías enfrentan el mismo dilema en este aspecto, con la diferencia de que en México hemos visto una desaceleración en el crecimiento económico que no se ha presenciado en Estados Unidos, lo cual dio el espacio para el ciclo de recortes acelerado que vimos.

Para los inversionistas, este entorno mixto genera oportunidades y desafíos en la renta fija. En México, los niveles actuales de tasas todavía ofrecen valor, especialmente en los plazos medios. La curva ha comenzado a aplanarse, pero mantiene una pendiente suficiente para generar rendimientos positivos si el ciclo de baja continúa. En la parte larga, el ajuste ha sido más limitado, lo que podría traducirse en oportunidades de apreciación en la medida en que Banxico consolide su narrativa de relajamiento ordenado.

A nivel global, los bonos del Tesoro estadounidenses no han mostrado una baja sostenida en sus rendimientos; por el contrario, las tasas a largo plazo han presentado algo de presión al alza. Este comportamiento refleja una combinación de expectativas inciertas sobre la política monetaria de la Reserva Federal y las preocupaciones en torno al balance fiscal de Estados Unidos. A pesar de ello, extender la duración en los portafolios de renta fija puede ser una estrategia útil ante escenarios de desaceleración económica o correcciones en los mercados. Sin embargo, la ejecución de esa postura requiere cautela, ya que la dirección futura de la Fed aún presenta riesgos en ambos sentidos y la volatilidad en los tramos largos de la curva ha aumentado.

En tal sentido, la clave para Banxico radica en mantener un equilibrio entre el ciclo local y la dinámica externa. Una Fed más dispuesta a recortar tasas abriría espacio para que el banco central mexicano profundice su propia estrategia sin presionar el tipo de cambio. En cambio, si la Fed prolonga su pausa, Banxico tendrá que actuar con mayor cautela, aún si los datos domésticos permiten avanzar.

La estrategia de inversión debe responder a esta realidad. En renta fija, conviene mantener una exposición balanceada entre duraciones medias y largas, con atención a los puntos de la curva donde el riesgo está mejor compensado. En deuda internacional, vale la pena evaluar activos con sensibilidad a una baja en tasas en Estados Unidos, aunque con posturas graduales.

El ciclo monetario ha cambiado de ritmo, pero no de dirección. Banxico continúa con la reducción de la tasa, pero ahora lo hace mirando más hacia la Fed que hacia sus propios modelos. Por lo tanto, en un entorno de divergencia monetaria, la gestión de portafolios requiere un proceso de inversión disciplinado en términos no solo de asignación de activos, sino de selección de instrumentos. No se trata de anticipar movimientos, sino de reconocer los límites del entorno y aprovechar, con disciplina, los espacios que va dejando la política monetaria.


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Alfonso Jarquín
  • Alfonso Jarquín
  • Director de Inversiones en Valmex
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