Hace un par de meses se cumplieron 110 años de uno de los naufragios más icónicos en la historia naviera. El famoso trasatlántico tenía capacidad para 3 mil 327 personas y contaba con 20 botes salvavidas que a su vez podía albergar 65 personas cada uno. Es decir que antes de la tragedia se sabía solo un máximo de mil 300 personas podría utilizar dichos botes en caso de una emergencia.
Por simple aritmética la famosa embarcación debía contar con al menos 51 lanchas salvavidas. Pero la nave cumplía con las normas marítimas de seguridad de la época. Además, la línea White Star, dueña de la embarcación, no quería tener más botes por causas estéticas y porque consideraba muy improbable su hundimiento.
La noche del naufragio iban a bordo 2 mil 224 personas entre pasajeros y tripulantes, de los cuales sobrevivieron 706. Fue así porque únicamente 16 de las 20 lanchas salvavidas se botaron al mar; la mayoría al 50% de su capacidad. Por supuesto la tragedia derivó en todo un cambio en la legislación marítima.
Ahora bien, imagina que se hubiera podido preguntar a las personas a bordo del Titanic si querían salvarse, ¿cuántas habrían respondido afirmativamente? ¡Creo que todas! Nadie en su sano juicio querría morir en las gélidas aguas del Océano Atlántico.
No sé por lo que estes atravesando. Quizá sientes que estás a punto de hundirte por el peso de la culpa. Quizá las heridas con que cargas se han vuelto intolerables. Quizá los fracasos o el rechazo anegan tu existencia. Quizá la carga de una adicción parece arrastrarte al fondo sin remedio. Quizá no soportas más la ausencia de un ser querido. Quizá has perdido la esperanza y no ves más luz en tu horizonte.
Escucha. Dios lo sabe todo y te ama. Jesús vino a buscar y salvar lo que se ha perdido. No hay pecado con el que no haya cargado en la cruz. Sus brazos extendidos en el Calvario se extienden sin límites. “Vengan a mí y les daré descanso..., quien viene a mí no le echo fuera..., nunca te dejaré ni desampararé…, el que cree en mí tiene vida eterna…, Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu…Clama a mí y yo te responderé”.
¿Quieres la salvación que Dios te ofrece? Ven a Jesús tal como estas; invócale desde tu corazón; acepta su perdón y entrégale tu vida. Cree.
Alejandro Maldonado
