Horatio Spafford fue un exitoso abogado y hombre de negocios que hizo varias inversiones en bienes raíces en el área central de Chicago lo que le permitió gozar de un importante patrimonio.
Con una sólida fe en Jesucristo, formó una hermosa familia junto con su esposa Anna Tuben Larsseny. Pero en 1871 su vida próspera y tranquila enfrentó una serie de desgracias que pondrían a prueba su fe. Primero perdió sus inversiones durante el gran incendio de Chicago en el que murieron 300 personas. Luego, la crisis económica de 1873 también afectó considerablemente su patrimonio.
La familia decidió hacer un viaje a Europa, pero Horatio tuvo que quedarse en Estados Unidos a atender un negocio urgente, mientras su esposa y sus cuatro hijas se embarcaron en el Ville du Havre.
Luego de una semana navegando el océano Atlántico, el barco chocó con el acorazado Loch Earn y se hundió. En esa trágica noche fallecieron 226 personas entre las que se encontraban sus pequeñas. Su esposa fue una de las pocas sobrevivientes.
Al enterarse de la noticia, Horatio tomó otro barco para reunirse con ella. Cuando pasaban por el lugar del hundimiento del Ville du Havre, Horatio escribió uno de los himnos más famosos y amados del cristianismo, “It is well with my soul”.
En parte dice: “Cuando la paz como un río atiende mi camino; cuando las penas ruedan como las olas del mar; cualquiera sea mi parte, me has enseñado a decir, “está bien, está bien con mi alma.” Aunque Satán golpee, aunque vengan las pruebas, esta bendita esperanza está al control: que Cristo ha observado mi desesperada situación, y ha derramado su propia sangre por mi alma. Mi pecado oh, ¡la dicha de este glorioso pensamiento! Mi pecado, no en parte, sino en su totalidad, está clavado en la cruz, y ya no lo cargo más; ¡Alaba al Señor, alaba al Señor, oh alma mía!”.
Nadie está exento de tragedias en esta vida. Hay penas que carecen de explicación o sentido. Pero Dios no nos ha dejado en el desamparo. En Cristo hay seguridad de perdón y eterna salación. Él sufrió lo inimaginable por nuestro pecado en la cruz. Jesús no es indiferente a tu tristeza y dolor.
Derrama ante él tu alma. Pídele que te salve, y que venga a morar a tu corazón. Estará contigo para siempre. Te consolará. No te dejará ni desamparará.