Según datos de la Reserva Federal, aquí en los Estados Unidos desde donde escribo esta colaboración, la deuda de los hogares suma $18.2 billones de dólares en el primer trimestre de este 2025. Si se divide la cifra entre los aproximadamente 340 millones de habitantes del país, la deuda personal alcanza 53 mil 529 dólares. De igual forma, si la división se hace entre los 131 millones de hogares en la nación, la deuda promedio por hogar totaliza 138 mil 931 dólares.
Los ciudadanos acumulan esas deudas a lo largo de sus vidas por hipotecas, préstamos estudiantiles, tarjetas de crédito, compras de autos, seguros, y deudas fiscales. Tan solo la deuda estudiantil por persona, una vez que concluye sus estudios, ronda por los 58 mil 957 dólares; $1.6 billones de dólares a nivel nacional.
Las deudas monetarias suelen ser un dolor de cabeza para cualquiera. Sin embargo, hay una deuda que minuto a minuto se acrecienta sin que seamos conscientes de sus implicaciones en esta vida y la venidera: La deuda de nuestro pecado.
“Pecado” es fallar en el cumplimiento de los mandatos de Dios, y todos somos culpables de ello. Esa deuda es impagable en términos humanos. Después de todo, ¿con qué retribuirle a Dios, si Él es el creador y dueño absoluto del universo entero? Incluso el que sigamos respirando, depende por completo de Dios: “En su mano está el alma de todo viviente, Y el hálito de todo el género humano”, (Job 12:10).
Vivimos en un mundo caído, lleno de injusticias, dolor, enfermedades y muerte. Podemos especular acerca de las causas, pero hay una explicación divina al respecto: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”, (Romanos 5:12).
¡Todos pecamos! Ya sea con lo que vemos, oímos, pensamos, o hacemos. Ninguno de nosotros es inocente o justo ante Dios, por más esfuerzos que realicemos, (Efesios 2:8-10).
Pero lo que es imposible para el hombre, Dios lo hizo posible mediante el sacrificio de su único y amado hijo, Jesucristo: “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”, (1ª. Juan 2:2).
Cree en Jesucristo. Arrepiéntete, y pídele que te perdone y salve. Solo así será saldada tu deuda.