David Bennet estaba sentenciado a muerte por su propio cuerpo. A los 57 años sufría de una enfermedad cardiaca terminal y por si fuera poco, no cumplía con los requisitos para ser sujeto a un trasplante ordinario. Por ello David decidió aceptar un “xenotrasplante”; es decir, recibir un órgano proveniente de otra especie. Para ser más precisos, un corazón proveniente de un cerdo.
La cirugía que se le practicó el 7 de enero de este año en el Centro Médico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland fue todo un éxito. Pero luego de 40 días de una notable mejoría, la salud de David empezó a decaer rápidamente, hasta que finalmente falleció el 8 de marzo.
Lo que ni él, ni los médicos sabían es que el corazón que recibió estaba infectado por un virus porcino. Si al animal se le hubieran hecho las pruebas, éste habría sido detectado y fácilmente eliminado. Sin embargo, un descuido permitió que el virus fuera trasmitido al momento del trasplante con sus funestas consecuencias.
En el plano espiritual, tú y yo tenemos un corazón gravemente enfermo. Estamos infectados con el letal virus del pecado. “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre”, Mateo 15.19-20.
El problema del corazón infectado por el pecado es que nos conduce a la muerte espiritual, y nos separa aquí y por la eternidad de Dios. Realmente necesitamos con urgencia de un trasplante. Pero ¿dónde conseguir un corazón puro y sin contaminación?
La Biblia nos enseña que Dios nos ama de tal manera, que envió a su único hijo Jesucristo a rescatarnos. En la cruz del Calvario, Jesús fue nuestro sustituto recibiendo el castigo por nuestros pecados. “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”, nos dice 1ª. Pedro 3.18.
El trasplante espiritual lo recibimos cuando decidimos creer en Jesús; aceptamos su perdón, y le pedimos que venga a morar en nosotros. Como nos dice el apóstol Pablo: “Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”, Efesios 3.17.
Si sientes “que tu corazón no da para más”, entrégate a Jesús. Para Dios no hay imposibles. Él te ama con amor eterno.
Alejandro Maldonado