Esta Semana Santa si usted no salió de la ciudad fue de las personas que pudo disfrutar de una buena calidad del aire en Monterrey y la zona metropolitana.
Bueno, amigo lector, en realidad se trata de una calidad del aire regular, según indicó el Sistema Integral de Monitoreo Ambiental (SIMA).
Podemos suponer que la baja contaminación se debió a la baja circulación de autos en la ciudad, pero de ser así, desde el día lunes hubiéramos visto mejoría en el aire.
Pero lamentablemente no fue así, la baja contaminación llegó después de los días lluviosos, cuando la caída del agua lava el aire que respiramos y humedece la tierra.
¿Contaminan más los autos o las pedreras? Si se tratara de los autos, como asegura el Gobierno, tendríamos una visible mejoría los días de asueto, como los que recién pasaron, pero no es así, el aire mejora hasta que llueve.
Según estudios del ITESM, la contaminación del aire de Monterrey cuesta, al Gobierno, a personas y negocios particulares, entre cuatro mil y ocho mil millones de dólares anuales, una cantidad que se obtiene de la suma de los costos de la atención a la salud y de la baja de productividad, principalmente por ausentismo laboral por estas enfermedades.
En febrero, los especialistas que acudieron a las mesas de trabajo en el Congreso para mejorar la propuesta de la Ley Ambiental, dijeron que existen datos alarmantes, y según las cifras del Instituto Nacional de Salud Pública se estima que en el estado hay cuatro mil 700 muertes prematuras por contaminación en el año.
Frente a los costos de vidas y dinero que esto significa el Gobierno del Estado debería actuar más rápido, más rudo con las industrias y declarar contingencias como se hace en la Ciudad de México.
El secretario de Desarrollo Sustentable, Roberto Russildi, ha comentado que, según el inventario de emisiones realizado por la firma LT Consulting, 45 por ciento de las emisiones es producida por fuentes móviles, se trata de vehículos automotores, transporte público y privado. Un 28 por ciento de las emisiones es de fuentes naturales, es decir, tierra, arena y otras partículas que son arrastradas por el viento a la ciudad desde los desiertos y suelos erosionados fuera del área metropolitana.
Otro 16 por ciento de las emisiones son producidas por fuentes del área, principalmente construcciones, caminos sucios o sin pavimentar, y el restante 11 por ciento corresponde a fuentes fijas, principalmente industrias, incluyendo las relacionadas a la petroquímica, metalurgia y cementeras.
De estas fuentes de contaminación, estimado lector, se derivan diferentes formas de regular, algunas son de competencia directa del Gobierno del Estado, otras son municipales, unas más federales, con ello, según el secretario de Desarrollo Sustentable, se cubre poco más de la mitad del problema, pero existe un 40 por ciento que depende de una ley de verificación vehicular que debe sacar el Congreso.
Si casi el 60 por ciento de las fuentes pueden ser reguladas por autoridades de los gobiernos, ya deberíamos ver algunos resultados.
El Gobierno de Jaime Rodríguez Calderón debería actuar, cabildear y gestionar con los diferentes niveles para que veamos una reducción considerable, atacando más de la mitad de las fuentes que contaminan.
Pareciera que no se deciden a actuar, hasta que sea un hecho la verificación vehicular porque, ¿cómo aceptaríamos un proceso de verificación, si vemos una mejoría en la calidad del aire?
Es probable que sea necesario un programa para sacar de la circulación chatarras, autos y camiones que contaminan como 50 en buen estado, pero no por eso el Gobierno debe aplazar el trabajo de regulación en los demás frentes que le corresponden, porque entonces nos quedará siempre la sospecha, ese olor recaudatorio que tiene la verificación vehicular… o usted, ¿qué opina?
alejandro.gonzalez@milenio.com