En lugar de un tiempo lineal con un final definitivo, el tiempo en la mitología tolteca es un flujo continuo de creación y destrucción
En la cosmovisión tolteca, el tiempo se percibe de manera profundamente cíclica y dinámica, influenciando no solo la percepción del universo, sino también la manera en que los seres humanos interactúan con él.
Para los toltecas, el universo no es un ente estático con un principio y un fin definitivos, sino un sistema en constante flujo, regido por ciclos interminables de creación y destrucción que reflejan una comprensión única del tiempo.
Esta cosmovisión se manifiesta en una serie de eras o periodos de existencia con una particularidad que no debe ser obviada: cada ciclo tiene un principio y un final, pero en lugar de considerar estos eventos como conclusiones absolutas, los toltecas los veían como etapas en un flujo eterno.
Todas las eras
Según las leyendas de esta cultura, el universo ha experimentado varias eras, cada una caracterizada por diferentes fuerzas y dioses, y cada una termina en una gran transformación que da paso a una nueva era.
En la primera era, conocida como la Era del Jaguar, el mundo estaba dominado por la oscuridad y el caos. Los seres humanos de esta era vivían bajo la influencia de jaguares y fuerzas desordenadas, hasta que un cataclismo, a menudo descrito como una lluvia de jaguares que devoró a la humanidad, llevó a la destrucción de esta primera etapa. Esta destrucción no se veía como un fin absoluto, sino como una transición necesaria para el comienzo de una nueva fase.
La segunda es conocida como la Era del Viento y estuvo marcada por tormentas y vientos implacables. La vida en esta época estaba constantemente afectada por el poder del viento, que tanto podía ser una fuerza vital como una amenaza destructiva. Esta etapa también concluyó en un gran desastre, en forma de huracanes y tormentas que transformaron el mundo, preparando el terreno para una nueva era.
La tercera era, la Era del Agua, se caracterizó por la dominación de las lluvias y las mareas. Aunque el agua era esencial para la vida y la agricultura, esta era también terminó en una inundación devastadora que cubrió la tierra y acabó con la humanidad, dando lugar a un nuevo ciclo.
La era actual, según la tradición tolteca, es la cuarta, la del Sol, que es la deidad suprema, proporcionando luz y calor esenciales para la vida y aunque representa un periodo de equilibrio y orden bajo su influencia, está sujeta a desafíos y pruebas. La concepción del tiempo en esta era es un reflejo de la continuidad y la permanencia, pero siempre dentro de un marco cíclico.
Algunas consideraciones
La visión tolteca del tiempo es una de constante renovación.
En lugar de percibirle como una línea recta con un principio y un final definitivos, los toltecas entendían el tiempo como una serie de ciclos repetitivos que se entrelazan en un flujo interminable.
Cada era no es un fin absoluto, sino un capítulo en un libro cósmico que se escribe continuamente, con cada ciclo ofreciendo nuevas oportunidades para el orden y la armonía.
Determinaciones divinas
El papel de dioses toltecas en este sentido es trascendental y así lo demuestran Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, cuyo desempeño es crucial en la gestión de los citados ciclos.
La Serpiente Emplumada es el dios de la creación y la regeneración, es responsable de facilitar la formación de nuevas eras y el restablecimiento del orden.
Tezcatlipoca por su parte, dios de la noche y la destrucción, tiene la no menos importante tarea de garantizar el equilibrio a través de la transformación constante.
Es más que evidente. Ambas deidades mantienen el flujo del tiempo y el universo en un equilibrio dinámico.
Esta es una perspectiva única, donde el concepto de ciclos eternos y la renovación constante son fundamentales. En lugar de un tiempo lineal con un final definitivo, el tiempo en la mitología tolteca es un flujo continuo de creación y destrucción, reflejando la profunda comprensión de los toltecas sobre la naturaleza del cosmos y su eterna evolución.