Cultura

El amargo sabor del café (X)

  • Pa'no molestar
  • El amargo sabor del café (X)
  • Alejandro Evaristo

Desde el interior de la tubería, aferradas con sus seis patas al costado superior de la circular pared de concreto y un movimiento solo perceptible a unos pocos, la fila de hormigas avanza lento.

Algunas llevan sobre su tórax gotas de agua, otras usan también su abdomen para ayudarse a transportar pequeños pedazos de alimento para la reina y las otras obreras cuya función es interminable al interior del hormiguero y también para prevenir el siempre permanente mal clima.

Debe haber suficiente comida para todas porque son una enorme familia de artrópodos comprometidos ciento por ciento con la actividad asignada. Van, suben, rasgan, atacan, vuelven, cargan, defienden… cada una debe cumplir con su muy particular cometido sin involucrarse en las funciones de otras, al menos no mientras no haya una instrucción directa.

Las unas están en todos lados y recorren y envían mensajes en el aire para llamar a las otras, las esclavas responsables de trasladar lo hallado a las hipotéticas bodegas subterráneas. Toda una comunidad responderá al llamado y cada tanto se detendrán para confirmar dirección y estado de la alerta.

Avanzan entre las cámaras por oscurecidos túneles de tierra hasta llegar a la superficie. Una vez ahí localizan las frases de feromonas con sus respectivas indicaciones. Las primeras son orientadas y entienden los mensajes cifrados, deben seguir la señal. Ya hay una ruta establecida y empiezan a avanzar con rumbo a la enorme tubería de drenaje, entrar por un costado, avanzar unos centímetros más por el techo y luego entrar por la gruta que lleva hasta el exterior de ese hediondo lugar.

Luego andarán por entre la hierba y el polvo hasta llegar al trozo de pan que algún despistado abandonó cuando, al percibir el nauseabundo hedor de la zona, lo dejó caer mientras de alguna forma intentaba contener las nacientes arcadas y todo ese asco.

Cortarán el alimento de a poco y así le irán llevando a casa. Ese es su trabajo…

***

El tianguis se coloca cada jueves a partir de las 4 de la tarde y hasta las 11 de la noche. Todos lo saben. Por eso el hombre recurrió a los comerciantes en busca de algo de alimento; hasta café le dieron y ahora está acostado sobre el pavimento, entre el ir y venir de todo tipo de personas.

El hombre está asustado. No sabe si pedir ayuda o permanecer bajo el resguardo de la cobija ahí, acostado en la banqueta cerca de las plantas.

En las articulaciones sigue surgiendo lo que primero fue un molesto escozor y de la nada se convirtió en una dolorosa comezón. Pero eso no es lo peor. Lo que más le asusta es el extraño brillo surgido desde su pecho y el no menos raro color rojizo. No lo nota, pero lo mismo sucede desde el interior de sus fosas nasales.

Es verdad, está muy asustado.

El sabor del café bebido momentos antes se ha tornado amargo, molesto e insufrible en su boca. Bajo la protección de la enorme manta se rasca aquí y allá; los movimientos, vistos desde el exterior podrían generar algún tipo de alerta entre quien los viese, pero todos están ocupados en sus propios asuntos a excepción de una chiquilla que sale corriendo en busca de sus padres o de un adulto. Quien sea.

- Creo que el señor de la cobija se está muriendo, dice la pequeña a la parejita que intenta ocultarse de las miradas ajenas en el enorme portón de acceso al viejo edificio.

El joven quiere seguir en lo suyo pero la chica se preocupa en verdad con lo dicho por la niña. Pregunta por qué lo dice y la menor responde que de repente empezó como a brincar y se movía raro.

La joven sugiere que vayan a ver qué pasa y él insiste en dejar volar las manos sobre su talle quinceañero. Ella lo rechaza. Hay que ayudar.

De mala gana acepta lo dicho y ambos siguen a la pequeña unos 15 metros adelante para encontrarse con un bulto inmóvil cubierto por una cobija oscura en la que sobresale la imagen de un caballo huyendo. Lo que realmente llamó su atención fue la extraña luz bajo la misma.

Cuando la quitan, encuentran al hombre con los ojos cerrados y un gesto de asco en el rostro inmóvil… ya no respira…

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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