En efecto, el encendedor estaba oculto en el bolsillo interior del saco. Salió del vehículo y encendió el cigarrillo. se recargó en la parte frontal de la unidad mientras aspiraba las decenas de químicos en el pedazo de papel forjado con filtro y algo de tabaco.
“Esas cosas te van a matar un día”.
Estaba harto de la cantaleta escuchada todos los días por quienes le rodeaban, especialmente en el trabajo.
Quizá tengan razón, piensa mientras da una nueva bocanada. Quizá…
De mala gana empieza a tomar la decisión y piensa que es momento. Ha consumido ya poco más de la mitad y de alguna forma se avergüenza porque observa a algunas personas trotar alrededor del parque al otro lado de la avenida.
El reloj está por marcar las 10 de la mañana y el sitio ya estaba pletórico de movimiento, en especial jóvenes deportistas. Tal vez por ser día de descanso.
Decide que ya es tiempo de dejar ese vicio y cuidar su salud de una buena vez. Han sido al menos 15 años destrozando su organismo y su economía.
Queda una tercera parte del cigarro sin consumir y sin pensar más lo arroja y lo aplasta contra el pavimento.
¡Ya fue suficiente!
Sabe que las próximas horas serán decisivas en esta decisión, que el síndrome de abstinencia le provocará severos problemas gracias a la irritación, el deses-pero y las ansias y que, de alguna forma, tendrá que ocupar sus manos y su mente para no recaer. Una batalla del día a día que deberá enfrentar solo porque es su decisión, su cuerpo, su dinero.
Decide comprar chicles o dulces o algo para poder entretenerse en esos momentos de difícil estar, afortunadamente la tienda está en funcionamiento y encontrará lo necesario para enfrentar las amargas situaciones por venir.
Cierra la puerta corrediza de la camioneta mientras mete su cartera a la bolsa del pantalón y gira un poco hacia el sitio en que se encuentra su compañero.
-Oye, voy por un café a la tienda de enfrente ¿quieres algo?, ¿te traigo uno?, grita y se dispone a esperar una respuesta que no llega. Bueno, ya sé que te gusta con tres bolsitas de azúcar y te voy traer un pan o unas galletas y al rato hacemos cuentas… voy vengo…
El aludido ni siquiera le escuchó. Está luchando tratando de evitar hundirse en el fango de los desechos y los químicos aun calientes mezclados en las aguas sucias y contaminadas.
Algo le picó o mordió cuando trató de evitar que la cámara se ensuciara con esos líquidos y apenas pudo mantener el equilibrio porque casi de inmediato empezó a sentir una extraña parálisis muscular.
Al parecer sus órganos internos funcionan bien porque sigue respirando sin problemas todos esos vapores que le generan una severa irritación visual, aunque puede percibir algunas figuras entre la bruma y la llegada torrencial del agua y todas sus porquerías desde todas las casas y calles y sitios de la ciudad, al menos de la zona norte de la pequeña urbe.
Lo extraño es que no puede emitir sonidos, nada sale de su boca. Lo comprobó hace unos momentos cuando intentó pedir ayuda al reportero, pero nada salió de su garganta.
Mientras sostiene sobre su cabeza el equipo, intenta arrancar sus pies del lodoso y hediondo fondo del afluente. Trata de levantar una pierna, pero el esfuerzo y en una consecuencia lógica, según las leyes de la física y todas esas cosas que no entiende, la otra extremidad termina por hundirse un poco más.
Lo más extraño es que la corriente va hacia una dirección, pero su cuerpo se mueve hacia el lado contrario porque algo ahí dentro está como empujándole hacia la caída de agua sucia.
Él sigue preocupado por el equipo porque ya ha estado dos veces a punto de caer. En una de esas tuvo que meter la mano y parte del brazo al líquido para buscar algo para asirse o al menos tratar de mantener el equilibrio.
Otra vez el movimiento severo desde las pantorrillas y los muslos y las piernas y la cámara sale volando y cae dentro del agua. El hombre percibe una especie de remolino pero supone que es un mareo provocado por los malos olores y los químicos que siguen evaporándose.
El agua ya le cubre la cintura, las costillas, parte del pecho. Ya está a la altura de su barbilla y entonces puede ver tras la caída del agua, bajo la enorme tubería, a alguien tratando de alcanzarle, pero tanta porquería salpicando en sus ojos quizá le esté provocando alucinaciones porque al parecer, tras esa bruma en ese cuerpo, hay seis brazos…