Cada 19 de septiembre nos detenemos a recordar que este país vive sobre una falla permanente, pero no solo la geológica, sino también la política. Porque los sismos de 1985 y 2017 nos enseñaron que la prevención salva vidas, pero en México la prevención se queda en simulacro.
En la escuela los niños salen al patio principal, en las oficinas bajan por las escaleras en orden, los brigadistas se ponen su chaleco fosforescente y todo se ve muy bien en la foto, hasta que tiembla de verdad y entonces la histeria, el miedo y la improvisación hace que se nos olvide lo ensayado.
Los gobiernos, por su parte, presumen que están listos. Entregan alarmas sísmicas, organizan ceremonias y graban spots, como si con eso bastara. Lo que no hacen es lo esencial para garantizar que las nuevas construcciones cumplan con estándares de seguridad para resistir un temblor; revisar los edificios viejos que ya se han agrietado por sismos pasados y sobre todo castigar a quienes hacen negocio con permisos irregulares y se hacen de la vista gorda. La corrupción en México es otro terremoto, uno invisible, que derrumba la confianza en cada dictamen de “seguridad” firmado desde un escritorio.
Y para acabarla, desaparecieron el Fonden. Hoy si se viene un temblor de gran magnitud, no hay un centavo asegurado para la emergencia. Que se rasquen como puedan los damnificados. Basta ver lo que ocurrió en 2017 y donde ocho años después, todavía hay quienes siguen esperando la reconstrucción prometida. Todavía hay trabajadores de la reconstrucción a quienes no se les paga lo que se les debe, con adeudos millonarios. Peña Nieto dejó ineficacia; López Obrador, corrupción dejando que la tragedia sigue viva.
Lo que debería ser auxilio se convirtió en botín.
Así que cada 19 de septiembre no solo recordamos que la tierra tiembla, sino también que los políticos vibran ante la tentación de hacer negocio con la desgracia porque ven en esta, su gallina de los huevos de oro.
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Antier, una persona muy cercana me llamó para pedir que se le consiga un psicólogo porque necesita ayuda. Eso (pedir ayuda) requiere de valor. Por eso ahora que se inauguró el Ceposami, hay que hacerlo útil y que no se convierta en un elefante blanco.