El último informe de Lorena Cuéllar pasó sin pena ni gloria. Nada de reflectores, nada de euforia. Un evento tan discreto que parecía más una reunión de gabinete que el cierre de una gestión. Pero no fue casualidad ya que la gobernadora sabe que ya no se trata de presumir logros, sino de preparar la sucesión.
Porque Cuéllar Cisneros entendió bien los tiempos. En su primer año, se dedicó a legitimarse. En el segundo, consolidó el control del estado. En el tercero, le dio identidad a su gobierno. Y ahora, con el cuarto encima, la prioridad es escoger heredero.
En la política morenista, los destapes no esperan al calendario del INE. Tienen su propio reloj donde primero vienen los “coordinadores”, luego los “precandidatos” y al final los verdaderos elegidos.
En Tlaxcala, el tablero empezó a moverse y ya hay fichas bien colocadas.
El que más ruido ha hecho últimamente es el alcalde Alfonso Sánchez García. Aprovechó los 500 años de Tlaxcala para proyectarse y le ha funcionado. Es de los pocos que pueden presumir buena imagen entre la gente y además, una relación fluida con la gobernadora.
Ella lo ha impulsado ante la Federación. Nadie duda de que es su carta más visible, pero no la única. Desde la Secretaría de Turismo federal, Josefina Rodríguez también juega sus fichas. Joven, con respaldo del sector empresarial y los dos pies en el equipo cercano de Claudia Sheinbaum. Por eso su nombre se escucha cada vez más fuerte. Nació políticamente en el entorno de Cuéllar, pero hoy su proyección trasciende al estado. Y dicen que ya cuenta con el visto de ya saben quien, “con A”.
Para completar el cuadro, aparece Ana Lilia Rivera, senadora con voz nacional, discurso encendido y buenas relaciones en la capital. Sin embargo, su influencia parece más ornamental que operativa en el contexto local. Tal vez termine mirando la contienda desde la tribuna.
Lorena Cuéllar se mueve con prudencia. No quiere romper el equilibrio antes de tiempo. Sabe que un destape anticipado puede dinamitar su propio cierre de sexenio.
El tablero tlaxcalteca está en marcha. Las corcholatas locales empiezan a brincar.
Y mientras todos aplauden a la gobernadora, ella, en silencio, va tomando decisiones.