Murió el papa Francisco y se viene una de las batallas más intensas dentro de esa institución que se precia de tener línea directa con Dios: el Vaticano. Pero no nos hagamos porque lo que sigue no es un rezo, es una elección. Y como toda elección, está plagada de intereses, cálculos y juegos de poder.
Se va el primer papa latinoamericano, el que quiso cambiar la narrativa del clericalismo rancio por una más empática, más humana, más cercana a los pobres. El que incomodó a los de siempre. El que habló de homosexualidad, de matrimonios reconstruidos, del papel de la mujer en el ministerio, de migración, de abuso sexual dentro de la Iglesia. El que le puso cara al silencio.
Con él se movieron fichas en muchos países, incluyendo México. ¿Recuerdan su visita en 2016? El desaire al cardenal Norberto Rivera no fue un accidente, fue un manotazo diplomático. Después vino la llegada de Carlos Aguiar Retes y con eso, el reacomodo del poder eclesiástico. Los conservadores, arrinconados. Los moderados, trepando. El arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez, por ejemplo, supo leer los nuevos tiempos y se mantuvo en el juego.Así, como en la política mexicana donde el que se adapta, sobrevive.
Ahora viene el cónclave y créanme, no es una ceremonia mística donde el Espíritu Santo baja en forma de paloma. Es una elección con votos, con bloques, con alianzas. Hay campaña, hay presión, hay intrigas. Hay quienes rezan y quienes operan.
¿Y qué está en juego? Todo. El rumbo ideológico de la Iglesia más poderosa del planeta. Los que quieren regresar al pasado están afilando cuchillos. Los que quieren seguir avanzando buscan cerrar filas. Porque sí, en el Vaticano también hay bandos y también hay guerra.
Primera parada: Las exequias.
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Con la repentina (pero nada sorpresiva) muerte del papa Francisco, la permanencia de monseñor Víctor Sánchez al frente de la Arquidiócesis de Puebla se extiende, al menos, un año más. Es importante recordar que el próximo 21 de mayo cumple los 75 años, que es la edad tope para ejercer como arzobispo. Ya tiene su renuncia lista, pero entre el funeral del papa y el cónclave, nadie en Roma se va a ocupar de tomar una decisión de esta índole. ¿Le urge irse? Esperemos que no.