Cultura

Emergencia

Va usted a pensar que estoy exagerando, pero estamos en un estado de emergencia intelectual. Explico: vivimos inmersos en una atmósfera de mentiras creadas por nosotros mismos; un susurro que nos adormece día tras día, que nos reconforta y nos hace sentir bien. Sopla suavemente al oído y tintinea juguetonamente contra el cálido y esponjoso lóbulo de la oreja, causando una electrificación que nos arrebata un sonrisilla traviesa. Estas mentiras se propagan desde los altos mandos (presidentes, primeros ministros) y hacen creer a todos que son verdades y que debemos acatarlas. En realidad se tratan de ideas estúpidas, disparates, generalidades, ambigüedades e informaciones falsificadas. Ejemplos hay tantos que ya es difícil distinguir lo cuerdo de lo desquiciado. Pero también se generan en medios electrónicos y los creemos. Desde siempre hemos sabido que si no nos educamos, seremos presa fácil de este proceso. Y desde siempre nos ha valido reata. He aquí el resultado: hordas de ignorantes aplaudiendo a gobernantes que, encima de no tener idea de cómo gobernar, distraen con sonseras y temas que no vienen al caso. El biólogo Richard Dawkins mostró esta preocupación el otro día en su Twitter:

“Olvidé llevar algo que leer para la sala de espera del médico, tuve que tomar algunas de las revistas que allí estaban. Aquí algunos encabezados: ‘Mamá encerró a mi nana en el congelador; la encontré atrás de un pastel de carne’, ‘Las partes privadas de mi pobre esposo fueron comidas’. La gente compra revistas como estas. Y ellos votan”.

Luego está toda esa agenda ridícula e hinchada de ignorancia donde sobresalen temas como de que nunca llegamos a la Luna, el fantástico asunto de la redondez de la Tierra (porque, ya sabrá usted, en realidad es plana) y el más grave de todos: la campaña antivacunación. Esta no solo ha matado ya a muchos niños, sino que ha logrado efectivamente crear brotes de enfermedades que ya se tenían controladas y que ya comienzan a propagarse. Décadas de esfuerzo para que salgan estúpidos sin información a utilizar redes sociales para convencer a otros estúpidos de su ignorancia. ¿Por qué los gobiernos no tienen penalizado esto? No lo entiendo. Es un tema de salud, no son ideas. El que usted crea que la Tierra es plana no pasa de ser un divertimiento, pero lo de las vacunas es otra cosa. Y lo de votar por pendejos también es cosa grave, porque, como ya hemos visto, destruyen la economía, ciencia y cultura de un país, y luego se pasan a cancelar las libertades básicas, como la de expresión.

Luego está el asunto de las generaciones de ahora; tienen un problema de percepción grave de la realidad: no entienden que tienen que trabajar no para sobrevivir nada más, sino para transformar, revolucionar, innovar y, más importante, enderezar las pendejadas que se hicieron en el pasado (porque no importa quién las hizo, sino quiénes las van a tener que pagar). En cambio se la pasan quejándose, politizando todo, victimizándose y peleando por cosas que no vienen al caso. Y ni cómo hacerles entender que el futuro –que no están construyendo– son ellos. No sé qué clase de futuro van a tener estos zánganos engreídos y tontos, pero se la van a pelar.

Vivimos una época donde se festejan la estupidez y la ignorancia. Damos por hecho cualquier noticia maliciosa o disparatada solo porque nos entretiene y nos genera una reacción. No reparamos en investigar y confirmar datos porque la información veraz no es relevante: no procura una sensación mórbida o placentera. Preferimos el trip de las series de internet a leer un libro, ir a un recital de poesía, acudir al teatro o educarnos en música, pintura o fotografía. Nuestras relaciones sociales van de acuerdo a un mero embrutecimiento, no a un intercambio de señas, palabras y gestos; a una conversación real, pues.

En tiempos de mi padre, el país pasaba por una etapa de transformación industrial, pero también por un cambio cultural y social importante. El futuro del país se definió entonces con base a las prioridades establecidas. Hoy ocurre algo similar: estamos en una especie de encrucijada que obliga a pensar un futuro que proyecte soluciones imperantes. ¿En qué medios y con qué herramientas se debe dar este cambio? Pues queda claro que no son los mismos de hace 70 años. Pero si no convencemos a estos tontísimos jóvenes alienados por las redes sociales y el entretenimiento de plataformas digitales que tienen que ponerse de acuerdo para cambiar las cosas, todo, absolutamente todo se va al punto más hondo de la venerable chingada.

Bueno, el caso es que quería yo aportar una actividad que, con tesón y paciencia, podría ayudar a resolver este asunto: leer. Pero no pendejadas, sino textos bien seleccionados. Y comentarlos en redes sociales, compartir la experiencia, estimular a otros. Podría lograrse algo. Podría. Lo invito a que lo haga cuanto antes porque no queda mucho tiempo antes de que la catástrofe de caer en una edad de oscurantismo y manipulación ocurra. Bueno, ya está ocurriendo: quise decir, antes de que empeore.

chefherrera@gmail.com

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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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