De febrero a marzo el precio de la canasta básica en el país oscila en mil 803.75 pesos, lo que significa una baja de 2.46 por ciento o 45.50 pesos en comparación con febrero pasado. En el Estado de México el precio de los 44 productos que integran la canasta es de mil 896 pesos, lo que representa una disminución de 39 pesos, considerando que en febrero pasado costaba mil 914.
Tabasco tuvo el costo más alto con mil 933 pesos, mientras en Puebla se ubicó en mil 614.50. Los estados con las variaciones más altas fueron Veracruz con 7.51 por ciento, Nayarit con 4.30, Tabasco con 3.05, Michoacán 0.53 y Sinaloa con 0.21.
De acuerdo con el último monitoreo de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec), a nivel nacional los productos con más variación fueron el jabón de lavandería con 5.69 por ciento, que pasó de 36.54 a 38.62 pesos; el café soluble 3.22 por ciento al pasar de 112.25 a 115.86; papel higiénico 2.89 por ciento al subir de 32.43 a 33.37 pesos; las botanas 2.07 al pasar de 19.01 a 19.41 pesos, y el arroz 1.66, que pasó de 30.09 a 30.59 pesos.
Casi imperceptible
Al respecto, su líder Cuauhtémoc Rivera Rodríguez indicó que los precios siguen siendo altos, sobrepasando el poder adquisitivo de las personas, especialmente de las mujeres, quienes en su mayoría son las responsables de la compra de vivieres para el hogar. Aunque de febrero a marzo hubo una baja de casi 40 pesos, lo cierto es que es casi imperceptible.
“En materia de alimentación falta mucho para lograr que los precios regresen a como estaban previo a la pandemia. Este tema sigue siendo el talón de Aquiles de nuestra economía y uno de los grandes retos del próximo gobierno federal a elegirse el dos de julio”.
Nearshoring, otro desafío
Asimismo, refirió que, si bien México ha sustituido a China como el principal socio comercial de los Estados Unidos, esta condición explica en mucho la apreciación del peso frente al dólar, pues el tipo de cambio que ahora tenemos corresponde a este nuevo rol que estamos jugando en la economía norteamericana, resultando beneficiadas las actividades comercial de ambos países.
“Este proceso conlleva un nuevo neoproteccionismo que opera a partir de la crisis de suministros que se vivió a causa de la pandemia de covid e implica la relocalización de las cadenas productivas, que no hace mucho tiempo se desarrollaban en ciudades asiáticas como Vietnam, Nepal, Laos y China hacia América, con especial interés en México por su ubicación cercana a los Estados Unidos, independientemente de las condiciones internas del país”.
Sostuvo que debemos atender los asuntos puntuales que el nearshoring exige al país: mano de obra certificada, certidumbre jurídica, energía eléctrica sostenible, infraestructura de movilidad, seguridad pública, abasto de agua, condiciones fiscales claras y blandas, simplificación de trámites administrativos y gobiernos democráticos de amplio consenso capaces de ofrecer estabilidad y paz social.
“En suma, es claro que los inversionistas no son proclives a poner en riesgo su dinero, buscan establecerse en un lugar que les brinde certeza de que sus negocios van a poder desarrollarse de manera óptima, que serán capaces de sacar adelante su cometido de producción, asegurando el retorno de su patrimonio”. Por ello la relocalización -dijo- debe entenderse como una gran reto a vencer.