En los últimos seis meses, el sistema de comercio mundial se vio sacudido por las acciones unilaterales de Estados Unidos. No pocos ya proclamaron la desaparición de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Este tipo de obituarios del esquema multilateral han aparecido desde al menos la década de 1980, pero las disrupciones actuales no tienen precedente en velocidad y alcance, y sin duda logran socavar la confianza en un intercambio abierto y predecible. El comercio global colapsó en la década de 1930. Por tanto, comprender su posible evolución requiere un análisis minucioso de los hechos.
La secretaría de la OMC proyectó el mes pasado que el volumen del comercio mundial de bienes crecería 0.9 por ciento este año. Si bien está por debajo del 2.7 por ciento que se proyectó antes de los nuevos aranceles de EU, esto representa una mejora respecto a la contracción de 0.2 por ciento que se predijo en abril. Con los acuerdos, los aranceles promedio ponderados por el intercambio de Estados Unidos aumentaron de 2.4 por ciento a principios de año a 18.4 por ciento.
A pesar de todo esto, el resto del mundo en gran medida continuó con su comercio en términos normales, mientras las empresas se esfuerzan por recalibrar sus políticas. El análisis de la OMC sugiere que alrededor de 72 por ciento del intercambio mundial de bienes aún opera con aranceles básicos de “nación más favorecida”. Esta cifra disminuyó respecto al 80 por ciento a principios de año, y puede bajar aún más. Sin embargo, el sistema muestra tener resiliencia. Los miembros de la OMC evitaron, al menos hasta ahora, lo que pudo ser una contundente guerra de represalia con EU. Y, en general, se abstuvieron de intensificar las restricciones sobre los bienes y servicios de los demás, como ocurrió en la década de 1930.
Incluso cuando empezamos a ver cómo el comercio chino se desplaza hacia otros mercados a medida que se contrae con EU, la respuesta de la mayoría de los miembros de la OMC es con instrumentos inspirados en el reglamento vigente. Queda por ver si esto se mantiene o no. Cada vez parece más probable que tengamos un sistema global caracterizado por un núcleo estable dentro de un equilibrio inestable. La pregunta es cómo se mantendrá este núcleo.
Gran parte de lo que se atribuye al comercio actualmente tiene más que ver con los cambios tecnológicos, las políticas sociales inadecuadas y los desequilibrios macroeconómicos en grandes naciones como China y Estados Unidos. Pero el propio sistema necesita una reforma. Creado para la interdependencia, no para la dependencia excesiva, demasiados miembros en la actualidad dependen excesivamente de EU para la demanda del mercado y de China para suministros críticos. Esta no es la fórmula para la resiliencia global.
Sucesivas administraciones estadunidenses han formulado críticas razonables sobre el reglamento de la OMC. Y aunque se pueda discrepar del enfoque unilateral actual, es evidente que varias de estas críticas son válidas. Deben abordarse las quejas sobre la falta de transparencia de los miembros, los problemas de igualdad de condiciones, las prácticas comerciales desleales y la posible extralimitación del órgano de apelación.
Otros miembros también tienen sus críticas. Varios consideran que el sistema de la OMC no ofrece suficientes beneficios a los más vulnerables y permite demasiadas distorsiones del mercado relacionadas con los subsidios agrícolas. Muchas economías de mercados emergentes dicen que necesitan más espacio para industrializarse, y algunas economías avanzadas también lo creen ahora.
Los miembros de la OMC deben aprovechar la crisis actual para abordar los problemas que, según ellos, aquejan al sistema. Esto implicará modernizar el reglamento, que en su mayoría data de principios de la década de 1990. El preciado sistema de toma de decisiones por consenso no debe convertirse en una receta para la parálisis. Una forma de lograrlo será facilitar los acuerdos “plurilaterales”. Estos ya permiten que las coaliciones negocien en áreas importantes para ellas, como el comercio digital o la facilitación de la inversión. Los miembros que aún no estén preparados tendrán la libertad de unirse más adelante, o no. Esto ayudará a la OMC a ser más ágil para responder a cambios como la inteligencia artificial (IA).
Otro ámbito donde los miembros necesitan más creatividad es el sistema de solución de diferencias de la OMC. Sigue siendo el único mecanismo de resolución de disputas comerciales con alcance global, aunque su órgano de apelación se encuentra paralizado desde 2019. Sin embargo, de forma discreta, cada vez más miembros siguen utilizando el esquema para resolver conflictos.
Las reformas deben preservar lo que funciona. Aunque muchos no compartieron adecuadamente los beneficios, la liberalización del comercio impulsó la prosperidad en los países ricos y ayudó a mil 500 millones de personas a salir de la pobreza extrema. Más allá de los aranceles, la OMC ofrece mucho más que el público a menudo desconoce. Sus acuerdos sobre normas de salud y seguridad, tecnología de la información, valoración en aduana y propiedad intelectual siguen brindando previsibilidad a empresas, consumidores y países. Estos pilares constituyen un bien público global que debe preservarse y fortalecerse.
Reposicionar la OMC y el sistema multilateral de comercio en general es una tarea abrumadora, pero emocionante. La buena noticia es que empieza a cobrar impulso. Las “potencias intermedias” como Singapur, Suiza, Uruguay, Australia, Emiratos Árabes Unidos, Nueva Zelanda y Reino Unido consideran el sistema global como fundamental para su prosperidad y tratan de implementar la modernización necesaria. Los embajadores en Ginebra trabajan para identificar reformas y medios de implementación, pero no pueden hacerlo solos. En el contexto actual, los ministros tendrán que aportar su influencia política a la tarea. El statu quo no es una opción.