Pedro Elías Garzón Delvaux es un estudiante de 15 años como cualquier otro, si por “como cualquier otro” se entiende un chico de 15 años con predilección por los chalecos y los sombreros fedora.
Durante un paseo de vacaciones escolares con su madre y su abuelo, un fotógrafo de prensa le tomó una foto al pasar frente al Louvre. Horas después del robo de joyas del mes pasado, internet encontró a su detective. The New York Times publicó la imagen con el titular: “¿Este elegante caballero resolverá el caso del robo del Louvre?”.
Por desgracia, se trataba simplemente de Pedro Elías en cosplay. Aunque la reacción le encantó. “Me gusta experimentar con diferentes atuendos del siglo XX”, escribe por correo electrónico.
“También soy un gran fan de Sherlock Holmes y de Lamb (de la serie Slow Horses)”, dice el adolescente, a quien se puede encontrar en Instagram con diferentes perfiles y que, como tantos jóvenes con estilo, es lector de Financial Times. “No sabíamos nada del robo y nos enteramos segundos antes de que se tomara la foto. Mi abuela fue curadora y antigua alumna de la École du Louvre”.
Después de cautivar sin querer la imaginación de internet, pasó el resto de sus vacaciones escolares disfrutando de la “locura” que despertó. Le fascinaron especialmente “las ilustraciones de cómic dedicadas a este detective de antaño y las películas de IA inspiradas en el personaje que todos imaginaban”.
Pedro Elías no tiene ninguna ambición de ser detective. “Me interesaría más ser diplomático”, dice. En cuanto a que lo confundan con un detective de 40 años, escribe: “Es muy chistoso. También dice mucho de cómo te percibe la gente cuando te disfrazas”.
Los verdaderos investigadores del Louvre fueron un grupo de detectives mucho más discretos, que utilizaron una avanzada base de datos de ADN para analizar 150 muestras forenses halladas en la escena del delito. Lo que en un principio se consideró un crimen audaz, digno de una novela de suspenso clásica, se reveló como algo sumamente banal.
El robo de joyas por un valor de unos 101 mil millones de dólares (mdd) de la Galería Apolo del museo, incluyendo una diadema que perteneció a la emperatriz Eugenia, no fue obra de un golpe profesional planeado con meses de antelación, sino de delincuentes aficionados tan descuidados que, en su huida precipitada, dejaron tras de sí pruebas cruciales.
Las mejores historias de robos combinan toques cómicos, personajes excéntricos y, sobre todo, una incompetencia asombrosa.
Cuatro sospechosos ya fueron imputados en el caso. Pero internet no está dispuesto a dejar que la historia se acabe. Una imagen muy tenue, que se difundió ampliamente en Facebook, muestra dos de las fotos policiales más atractivas desde que Hugh Grant se vio envuelto en aquel escándalo con una trabajadora sexual hace 30 años.
Las fotos no corresponden a los hombres en cuestión, pero internet, aun así, creó una versión idealizada del caso. “¡Que cuelguen estas fotos en el Louvre!”, escribió Raven Smith, columnista e influencer. “Si no van a la cárcel”, comentó otra persona, “siempre pueden organizar el desfile de Louis Vuitton”.
Las películas de robos siguen cautivando nuestra imaginación. Desde Cerdos y Diamantes (Snatch) hasta El Origen (Inception) y, mi favorita, El caso Thomas Crown (la versión de Faye Dunaway), parece que nuestro apetito por el hurto no tiene límites.
Pocos días después del robo del Louvre, se estrenó en cines The Mastermind, de Kelly Reichardt. En un curioso paralelismo con la vida real, también narra la historia de un oportunista aficionado cuya maestría criminal lo lleva a entrar en un museo local y robar de las paredes obras de arte.
El robo del Louvre tiene todos los ingredientes de un éxito de taquilla: una versión francesa de Ocean’s Onze, Douze o incluso Treize. Y cuando los hechos se interponen en el camino de una interpretación romántica, el público llena los huecos con florituras dramáticas dignas de una película de Guy Ritchie.
¿Por qué nos fascinan tanto estas historias? ¿Será por el juego del gato y el ratón? ¿Nos encanta la idea de que gente común se salga con la suya con millones? ¿O simplemente nos intriga cómo se lleva a cabo el robo?
Sherlock Holmes sigue siendo una figura imponente con su gorra de cazador. Su primer caso fue publicado por Sir Arthur Conan Doyle en 1887: se espera que la tercera entrega de Enola Holmes (el spin-off de Netflix basado en las aventuras de la hermana menor de Holmes) se estrene pronto.
Las mejores historias de robos combinan toques cómicos, personajes excéntricos y, sobre todo, una incompetencia asombrosa. En su serie documental de Netflix de 2021, Heist, los directores Derek Doneen, Nick Frew y Martin Desmond Roe narraron tres importantes historias de crímenes desde la perspectiva de los perpetradores.
Las historias eran demasiado inverosímiles para presentarlas como ficción; las tramas eran descabelladas y extrañas. Para que el público “apoyara a los malos”, Doneen declaró a The Guardian que seleccionaron robos sin víctimas mortales.
La valoración de Roe sobre nuestro interés constante fue que, ante una sala con 100 mil mdd y sin vigilancia, es inevitable imaginar cómo actuaríamos. La mayoría de la gente “no lo haría”, concluyó, pero aun así admiramos a los que sí lo hacen.
En la inevitable dramatización de la historia del Louvre, espero que los hechos no interfieran. Como mínimo, propongo que el detective principal sea un estudiante de quince años con corbata y chaleco. Que resuelve crímenes importantes mientras hace su tarea de la escuela.
KRC