En una comida de negocios reciente, uno de los invitados —que no hace mucho habría estado ocupado eligiendo una segunda copa de vino— movió la comida de un lado a otro del plato, antes de finalmente admitir su derrota. Como comida que va a la cuenta de gastos, no fue una experiencia memorable.
Otros trabajadores de la City de Londres y restauranteros contaron a Financial Times experiencias similares, con comensales y clientes que eligen solo un plato, a veces una entrada que sirve de tiempo principal. Algunos cuentan sobre fiestas después del trabajo donde el tema principal de conversación también es responsable de los nuevos rasgos delgados de los chismosos financieros de la City: el rápido aumento de la popularidad de las inyecciones para adelgazar que suprimen el apetito.
Los restauranteros, que ya se enfrentan al aumento de los costos laborales, ahora deben encarar otro problema: los comensales optan por comer menos y con poca frecuencia.
Medicamentos como Ozempic y Mounjaro, disponibles con distribución privada en Estados Unidos, Reino Unido y muchos países más, ayudan a perder peso al reducir el hambre. Casi 12 por ciento de los estadunidenses los han usado, de acuerdo con un informe reciente de Rand.
En Reino Unido, el proveedor de investigación clínica Iqvia estimó que 1.4 millones de personas habían comprado el medicamento hasta abril. Para muchos usuarios, estos fármacos les cambiaron la vida, permitiéndoles mejorar su salud y estado físico.
Pero al suprimir el apetito, esta tendencia supone una nueva amenaza para el que ya está en peligro arte de la comida de negocios.
Para muchos financieros, la comida entre semana es —y sigue siendo— una parte clave del trabajo, un lugar para conocer nuevos contactos y desarrollar relaciones. La mayoría de los ejecutivos de mayor edad tienen una historia que contar sobre cómo sus mayores éxitos para conseguir un cliente o cerrar un trato se deben a comidas que duraron mucho tiempo, algunas de las cuales se convierten en tardes aún más largas.
“El almuerzo prolongado brinda la oportunidad de profundizar en conversaciones que fomentan la conexión y el entendimiento. Pedir un café puede tener tanto que ver con el deseo de continuar la conversación como con la cafeína”, dice Julie McKeen, socia y directora de medios y entretenimiento de la firma de búsqueda de ejecutivos Odgers. “Que una persona revuelva un plato de ensalada puede desbalancear esa cuidadosa calibración”.
En un entorno empresarial, algunos de los usuarios del medicamento prefieren hablar de eso, mientras que otros no, lo que, según los ejecutivos, ya puede generar confusión sobre el orden y el ritmo de una comida.
Sir Nigel Boardman, antiguo socio de fusiones y adquisiciones del bufete de abogados Slaughter and May, quien ha supervisado investigaciones del gobierno, incluida la de Greensill, ahora en quiebra, es franco sobre el uso de medicamentos.
“Soy totalmente abierto al respecto. Es una medida de salud sensata. Es un poco como tener un entrenador personal. Veo a Mounjaro de la misma manera. A mucha gente le da un poco de vergüenza, como si fuera una señal de falta de autocontrol, y aun así presumen de tener un entrenador personal”.
Y añade: “Si la consecuencia es que tu comida de negocios es un poco más corta, que así sea”. El único impacto en sus propias comidas es que iguala a su compañero de mesa, en lugar de “devorar mi comida en 30 segundos y dejar que la otra persona” me alcance.
El equilibrio de socializar y la comida deliciosa
Los restauranteros notan cambios —como menos pedidos de entradas y postres, y más platos sin terminar— que creen que se deben, al menos en parte, al aumento del uso de medicamentos para bajar de peso.
Pero muchos se sienten optimistas de que incluso si la gente quiere comer menos, su deseo de hablar y hacer negocios en un entorno más social fuera de la oficina se va a mantener.
Will Beckett, cofundador y director ejecutivo de Hawksmoor, el popular restaurante británico especializado en carne, dice que el ascenso de los medicamentos para bajar de peso es algo que los restauranteros ya empiezan a considerar. “Claramente, es un tema cada vez más común, pero la gente no habla mucho de eso”, dice. “Ya empezamos a pensar en ofrecer algo que permita a las personas con menos apetito salir y disfrutar de un restaurante, porque aún quieren... socializar. Aún quieren comer comida deliciosa”.
Algunos establecimientos ya empezaron a introducir porciones más pequeñas. Fat Duck, de Heston Blumenthal, por ejemplo, introdujo un menú “Mindful Experience” (Experiencia Consciente), reduciendo las porciones y el precio de su menú de degustación insignia. “Desde hace tiempo siento que el panorama gastronómico está cambiando gradualmente y que la gente empieza a comer de una forma nueva, buscando la satisfacción en lugar de la saciedad”, dice Blumenthal. “Creo que el rápido ascenso de los medicamentos para bajar de peso lo único que hará es acelerar este proceso”.
El chef Tom Brown también empezó a cambiar su menú en The Capital Hotel hacia una oferta gastronómica más ligera y flexible. Después de que él mismo utiliza Mounjaro, cree que los comensales pueden adaptar su alimentación para seguir disfrutando del almuerzo. “Aún existe cierto estigma en torno al uso de estos medicamentos. Personalmente, me complace hablar de esto, pero sospecho que, para otros, salir a comer puede ayudar a mantener la discreción”.
Kate Nicholls, quien representa a los restaurantes como directora de UK Hospitality, la organización del sector, afirma que ahora hay “muchos platos pequeños, mucha comida para compartir y reducción en el tamaño del alcohol” en todo el sector.
Sin embargo, espera un mayor impacto en las personas que cenan fuera de casa, ya que los clientes de negocios son más propensos a “pagar y no comer en lugar de pedir una comida entre dos o no salir”.
“Los menús se están ajustando, pero no creo que sea el fin de las comidas de negocios, solo va a ser un cambio —de la misma manera que nos adaptamos a almuerzos más cortos y menos alcohol—, el propósito sigue siendo el mismo”, dice.
Algunos dueños de restaurantes ya habían observado un declive en las tradicionales comidas corporativas alimentadas por las tarjetas empresariales. David Moore, fundador y propietario de Pied à Terre, galardonado con una estrella Michelin, dice que la proporción de las ventas de las “comidas de negocios ha ido disminuyendo” con el paso de los años. “Vemos muy poco uso de la tarjeta empresarial a la hora del almuerzo”. Sin embargo, sus comedores privados a la hora del almuerzo están más concurridos, con gente “hablando de inteligencia artificial y adquisiciones” y sosteniendo “comidas de cierre” para celebrar acuerdos.
Muchos restaurantes señalan que no han visto ningún impacto de la tendencia a la pérdida de peso, mientras que otros argumentan que las dietas y el control de las porciones son un factor clave para muchos comensales desde hace décadas. Otra fuente indica que el sector superó modas pasadas, como las dietas Atkins y 5:2, y que la flexibilidad es clave para sobrevivir. Sin embargo, dado que el gobierno de Reino Unido busca ampliar la disponibilidad de medicamentos para la pérdida de peso, es probable que el efecto se sienta más ampliamente.
Oportunidad para las citas
Charlie Gilkes, fundador del grupo Inception, propietario de bares como Mr Fogg’s, dice que sus amigos restauranteros “cada vez comentan más que notan una disminución del gasto per cápita debido a la fiebre del Ozempic”, pero aún no ve una reducción en el consumo de alcohol.
“Como aspecto positivo”, añade, “hay datos que sugieren que algunas personas están perdiendo peso y sintiéndose más seguras de sí mismas y más inclinadas a salir con alguien, así que este tipo de lugares pueden beneficiarse, ya que son lugares populares para citas”.
Mientras tanto, puede haber otros impulsos a corto plazo: un ejecutivo de seguros incluso declaró a Financial Times que planea una “fiesta Ozempic” antes de empezar a tomar el medicamento a finales de este año: una última cena abundante para comer todo el filete que pueda antes de soltar el tenedor.