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El padre de la revolución de los chips americanos: Pat Gelsinger

FT MERCADOS

A un año de su salida de Intel, Pat Gelsinger habla de su campaña por revitalizar la manufactura estadunidense, su fe como brújula personal y los excesos de la nueva élite tecnológica.

Renuncio a tratar de tomar la cuchara de la sopa cuando Pat Gelsinger me pregunta amablemente si puedo bendecir la mesa. “Gracias, Señor, por esta oportunidad con Michael en el Financial Times…”, comienza.

Esa no es la manera en que empiezan la mayoría de las comidas con pesos pesados ​​de Silicon Valley. Pero Gelsinger, cuya salida como CEO de Intel el año pasado se produjo durante su monumental esfuerzo por dar nueva forma a la industria estadunidense de semiconductores, nunca ha sido convencional.

El “granjero” de Pensilvania ayudó a sentar las bases de la industria tecnológica moderna, pasó décadas ascendiendo hasta llegar a la cima de una de las compañías más emblemáticas de Estados Unidos (EU) y desempeñó un papel fundamental en la legislación de fabricación estadunidense más trascendental del último medio siglo: la Ley de Chips de 2022.

Cenamos temprano en su mesa habitual del Parkside Grille, un restaurante con paneles de madera en Portola Valley. El aire de un pueblo tranquilo entre secuoyas es engañoso: estamos a una corta distancia en coche de Menlo Park, epicentro mundial del dinero de tecnología. Gelsinger, que hasta hace poco vivía cerca, ya me explicó el menú. 

Está de muy buen humor, hablando de su esposa de 43 años, Linda, que acaba de regresar de visitar una de las organizaciones benéficas que apoyan en Kenia. Está entusiasmado con sus ocho nietos, cuya foto está impresa en la funda de su teléfono.

La familia y la religión de Gelsinger son clave para entender por qué, tan solo dos días después de que lo sacaron de Intel el año pasado (“¿Te dolió? ¡Claro que sí!”), ya estaba planeando su regreso a los escenarios.

Esto impregna las ideas que compartirá sobre el implacable mundo de la competencia tecnológica, el ascenso de la inteligencia artificial (IA) y la deriva de la política estadunidense. “Vivo en la intersección de la fe y la tecnología: creo profundamente que fui llamado aquí con un propósito”, dice.

Me decidí por la sopa de calabaza y chuletas de cordero. Gelsinger optó por la ensalada de betabel a la que le sigue un atún ahí. La carta de bebidas sigue intacta; es abstemio. Yo pedí una cerveza.

Una cosecha de datos

Gelsinger nació en 1961 en una familia numerosa de holandeses de Pensilvania. Si su padre, el penúltimo de diez hermanos, hubiera heredado una granja, dice que se habría quedado. Es difícil de imaginar, le digo. “Habría sido el mejor granjero del condado”, comenta, riendo. La mentalidad sigue siendo la misma: “Es posible que seas más inteligente que yo, puede que seas más hábil que yo...no me superarás en trabajo”.

Gelsinger se levanta a las 4 de la mañana. Consulta semanalmente con un misterioso mentor al que solo llama “Steve”. El día de los resultados de Intel, hacía flexiones que igualaban la cifra que querían que alcanzaran las acciones el viernes (en un momento dado, superó los 60 dólares). 

Mañana es su día de ayuno semanal. Se trata de si tu mente realmente controla tu cuerpo, explica mientras le doy un trago a mi cerveza IPA.

En su adolescencia, Gelsinger demostró ser brillante en matemáticas y ciencias, y ganó una beca de admisión temprana a Lincoln Tech. Intel lo contrató a los 18 años y lo llevó a California, su primera vez en avión. Su mundo “cambió drásticamente” en seis meses, durante los cuales Gelsinger, criado en la Iglesia Unida de Cristo, conoció a su futura esposa en una iglesia no confesional. “A veces la voz de Dios se parece mucho a la de Linda”, bromea mientras picotea su ensalada.

Decidió confrontar la “hipocresía” de su vida y comprometerse plenamente con la religión. “Tenía una apariencia de boy scout en la iglesia, pero ya sabes…” Le pregunto qué hacía. “Todas las cosas que experimentan los adolescentes. ¿Fumé marihuana? Sí. ¿Bebí cerveza? ¿Me emborraché?”.

En 1980, Intel estaba a punto de convertirse en el gigante responsable de la industria tecnológica moderna. Andy Grove, quien posteriormente dirigiría la empresa, eligió a Gelsinger, de 24 años, para dirigir el equipo de ingeniería de uno de los primeros microprocesadores de la compañía, la base de la PC. 

Por aquella época, Gelsinger redactó una declaración de intenciones para convertirse en CEO de Intel.

A los 32 años, era el vicepresidente más joven de la historia de la compañía. Para la década de 1990, Intel reinaba con supremacía gracias a su alianza “Wintel” con Microsoft, y era conocida por sus fuertes codazos. Gelsinger discrepó con Steve Jobs sobre los USB, que Jobs quería reemplazar con una tecnología alternativa. 

Jobs envió una nota a Grove “preguntándole por qué mi madre me trajo a la tierra”, recuerda Gelsinger. Grove se puso del lado de su protegido.

Terminadas las entradas, llegan los platos principales. Mis chuletas de cordero están en su punto de término medio. Hablamos de la primera salida de Gelsinger de Intel en 2009. La religiosidad en el trabajo causó irritó a algunos. 

Un libro sobre su fe generó cierto revuelo cuando los empleados de Intel en China empezaron a repartirlo en eventos de la compañía. El Papa bendijo la tecnología de Intel en una reunión con Gelsinger, lo que molestó a Recursos Humanos y al CEO, Paul Otellini.

Según Gelsinger, lo destituyeron en una reestructuración porque Otellini no adoptó la cultura “dura, directa e impulsada por la ingeniería” de Grove. Sospecho que el afán de liderazgo de Gelsinger también pudo haber influido. 

Llegó a ser CEO de la compañía de software VMware, cuyas acciones aumentaron más del doble su precio bajo su dirección. Mientras tanto, la estrella de Intel decayó, quedándose atrás de la taiwanesa TSMC en tecnología de fabricación de chips, perdiendo el mercado de los smartphones y enfrentándose a la competencia en chips para PC y servidores.

El influyente libro de Grove, Only the Paranoid Survive (Solo los paranoicos sobreviven), advierte que las empresas deben dar un giro hacia nuevas líneas de negocio o desaparecer. Intel lo hizo en la década de 1980, cuando pasó de los chips de memoria, entonces bajo el ataque de las empresas japonesas, a los microprocesadores. 

Al regresar a Intel en 2021, después de más de una década, Gelsinger dice que estaba siguiendo el ejemplo de su mentor. Estableció un plan inicial de 20 mil millones de dólares (mdd) para restaurar el liderazgo en la fabricación. Intel abriría sus fundiciones y fabricaría chips para otras compañías.

El optimismo irreprimible de Gelsinger molestó a los analistas. Su luna de miel como CEO terminó bastante rápido cuando emitió una perspectiva optimista sobre la recuperación de Intel que finalmente no se materializó. No surgieron grandes clientes para la fabricación de Intel. ¿En dónde cree, le pregunto, que fallaron las cosas?

Habla de una “decadencia...más profunda y difícil de lo que imaginaba”. En los cinco años previos a su regreso, “no se entregó ni un solo producto a tiempo”. Se perdieron las “disciplinas básicas”. “¡Es como, vaya, ya no sabemos diseñar!”. 

Intel tardó “un poco más” de lo esperado en descifrar su tecnología de fabricación 18A, crucial para demostrar que podía competir de la misma manera con TSMC.

Como muestra del profundo declive de Intel, el gigante taiwanés comenzó a fabricar algunos de sus propios chips casi al mismo tiempo que Gelsinger asumía el cargo, lo que pegó en los márgenes. Sus advertencias simultáneas sobre la excesiva dependencia de las fábricas taiwanesas tensaron la relación, y el fundador de TSMC calificó públicamente a Gelsinger de “un poco grosero”.

El entusiasta de Geslinger

Me sorprende la implacabilidad de Gelsinger con respecto a la implementación de la Ley de Chips de 2022 por parte de la administración de Joe Biden. 

Dedicó más tiempo que cualquier otro CEO en Washington D.C. a presionar a los legisladores para que aprobaran el programa de subsidios generacionales, que creó cerca de 53 mil mdd en fondos federales para chips con el fin de estimular enormes inversiones privadas, como las fábricas recientemente terminadas de TSMC en Arizona. 

El objetivo era reconstruir una industria que había emigrado a Asia durante décadas, pero la lentitud del proceso de asignación de fondos públicos frustró a Gelsinger.

“¿Dos años y medio después, y no se ha distribuido dinero? ¡Me pareció horrible! Y la forma en que finalmente se descartó en el último segundo...me molestó mucho”.

El momento de la IA, con ChatGPT desató un auge de inversiones, llegó ese mismo año. “Nadie pronosticó que eso fuera a suceder”, afirma. No estoy del todo convencido, ya que Intel había estado trabajando en sus propios chips de IA para centros de datos para competir con Nvidia antes del regreso de Gelsinger, pero no logró conquistar el mercado. 

él dice

"Vivo en la intersección de la fe y la tecnología,

Creo profundamente que fui llamado aquí con un propósito"

Nvidia, que hace seis años tenía aproximadamente el mismo tamaño que Intel, ahora es aproximadamente 25 veces más grande en capitalización de mercado.

Algunos también criticaron el estilo entusiasta de Geslinger. En combinación con el historial de tenacidad de Intel, es posible que no haya entusiasmado a los clientes potenciales del negocio de fundición –Apple, Nvidia, Qualcomm y AMD– que también son rivales.

“No considero que la agresividad y la confianza estén necesariamente en conflicto”, afirma. “Pero estoy de acuerdo en que, en ciertas circunstancias, tal vez también debería haber sido más suave y discreto”. Sin ese enfoque agresivo, duda que la Ley de Chips se hubiera aprobado.

La situación llegó a un punto crítico apenas unas semanas después de que el gobierno estadunidense aprobara cerca de 11 mil mdd en subvenciones para Intel. El Consejo de Administración lo destituyó luego de cuatro años de un plan de reestructuración de cinco años. Gelsinger, con el plato ya limpio mientras yo sigo con el mío, dice que fue una sorpresa.

 “Lo veo y digo: ‘Dios mío, no lo entiendo, no lo voy a entender de este lado del cielo”.

Sea un acto divino o no, le digo que me parece extraño que la junta directiva de Intel haya destituido a su CEO y elegido a Lip-Bu Tan como sucesor, quien sigue la misma estrategia general. Tan ha mantenido a Intel en el sector de la fabricación, entregando 18A en los cinco años prometidos por Gelsinger.

Gelsinger admite con cautela que hay “una pizca de ironía”. Continúo señalando que el Consejo de Administración recibió muchas críticas por su despido. “Estaba muy enfocado en administrar hacia abajo, a mis subordinados”, admite. 

“¿Debería haber administrado más hacia arriba? Probablemente. También me habría beneficiado contar con más experiencia en semiconductores en el Consejo de Administración. En retrospectiva, habría trabajado en eso con mayor intensidad”.

Me interesa saber la opinión que tiene Gelsinger sobre Donald Trump, dado que el presidente calificó la Ley de Chips como “una cosa horrible” y prefiere los aranceles a las ayudas federales. Sí, Gelsinger se ha reunido con él varias veces: “Es un tipo intenso”. 

Este año marcó un giro hacia la derecha en Silicon Valley, con oligarcas tecnológicos congraciándose con Trump. ¿Le tienen miedo?

“Yo opino que, un CEO de una empresa nunca debería ser republicano ni demócrata”, comenta. Tiene amigos en la administración que comparten la “disposición a hacer estallar las cosas”. 

Está abierto a los aranceles como instrumento para volver a equilibrar las cadenas de suministro que se trasladaron a Asia durante los últimos 40 años. La Ley de Chips fue excelente, dice, pero su ejecución fue pésima. “Que la administración (Trump) llegue y diga: tenemos que arreglar lo ‘terrible’...hay aspectos con los que estoy de acuerdo”.

Para él, todo se reduce a una misión más importante: reconstruir la industria estadunidense de fabricación de chips, el grabado físico de patrones en piezas de silicio, la mayor parte de la cual ahora se realiza en Asia. Las nuevas fábricas de TSMC en Arizona, una vez terminadas, no cambiarán el rumbo. “Hay que crear una dislocación económica para que eso ocurra”.

A pesar de sus instintos de libre mercado, está abierto a la reciente participación gubernamental de 10 por ciento en Intel si eso contribuye a su éxito. “Gracias por volver a hablar de la historia de Intel”, añade, jovialmente, pero con una pizca de irritación.

El resurgimiento

Pasamos al resurgimiento del cristianismo evangélico en Washington y Silicon Valley. ¿Acaso Gelsinger acepta la idea de que, incluso si Trump y Jesús tienen poco en común, está impulsando la agenda cristiana conservadora? 

Hay, dice, “algo de eso”, pero no es político. “Al final, lo mejor que puedo hacer por ti, Michael, es preguntarte: ¿Tienes una eternidad?”. Extiende la mano y me da un suave golpecito en el brazo. “Lo único que importa es a cuántas personas he tocado para siempre”, dice con total sinceridad.

Si Gelsinger está fuera de Intel –y, me asegura, nunca volverá a un puesto de CEO– sigue con la misma misión. “Disfruto liderando personas”, explica, antes de que el mesero pregunte si queremos postre. 

Yo estoy bien con un espresso, pero Gelsinger tiene otras ideas y me pregunta si prefiero pastel de piña o crème brûlée. Prefiero lo segundo. “Vamos a pedir una crème brûlée con dos cucharas”, determina Gelsinger, añadiendo un espresso descafeinado.

“Todavía no terminas”, le dijo su esposa a Gelsinger dos días después de su despido de Intel, y él se puso manos a la obra. Hubo “alrededor de 100 entrevistas en unos 100 días”. 

En marzo, resurgió como socio general de la firma de capital riesgo Playground Global y asumió un puesto ampliado como presidente ejecutivo y director de tecnología en Gloo, una plataforma tecnológica para el ecosistema religioso estadunidense.

Parte del negocio de Gloo consiste en integrar salvaguardas en los modelos de IA para fomentar el “florecimiento humano”, centrado en las enseñanzas cristianas, buscando garantizar que la tecnología, como un elemento cada vez más importante de nuestras vidas, “nos lleve a una relación con Dios y con los demás”. 

El puesto en Playground le ayuda a alcanzar la “tecnología profunda”, herramientas de vanguardia que incluyen compañías como xLight, que trabaja en la fabricación de semiconductores de última generación, y PsiQuantum, una empresa de computación cuántica. 

Él y su familia también participan en una docena de organizaciones benéficas. Gelsinger dona 52 o 53 por ciento de sus ingresos brutos.

En opinión de Gelsinger, es la tecnología, y no las ideas políticas, lo que impulsa el bienestar humano. Para enfatizar esto, desconecta sus aparatos auditivos, algo que no había notado hasta ahora. La traducción de voz mediante IA para la educación será clave para sacar a los niños de la pobreza, explica.

ÉL DICE

"Opino que, un CEO de una empresa,

Nunca debería ser republicano ni demócrata"

Mientras tanto, la computación cuántica tiene el potencial de revolucionar la industria de la computación, la tercera de una “santa trinidad” junto con la computación clásica y la IA. Explica las ventajas de la computación cuántica basada en la fotónica frente al método convencional de superconductores, y yo finjo entender mientras saboreo mi mitad de crème brûlée.

Jensen Huang, de Nvidia, dijo que la computación cuántica va a tardar dos décadas en llegar a la corriente principal. Gelsinger cree que dos años. Independientemente de quién tenga razón, “nos dirigimos hacia una o dos décadas de las más emocionantes para los tecnólogos”. 

No cree que la burbuja de la IA estalle hasta dentro de un par de años, pero cree que un avance cuántico podría activarla. Está convencido de que los chips actualmente dominantes –las unidades de procesamiento gráfico– empezarán a ser desplazados a finales de la década.

Esto me brinda la oportunidad de conocer sus opiniones sobre los demás titanes de Silicon Valley. Google está “en riesgo con la IA”. Para Apple, “es hora de la siguiente innovación”. Amazon está “construyendo una posición similar a la de Google” con chips y la alianza con Anthropic. Tesla es audaz y descarada, pero necesita ser más respetuosa con sus clientes y socios. Se detiene en Microsoft.

“En esencia, lo que hace Sam Altman con Microsoft es lo mismo que lo que Bill Gates le hizo a IBM”, dice finalmente Gelsinger. Gates poseía la propiedad intelectual y convirtió a IBM en su socio de distribución. Microsoft era relativamente pequeño cuando se cerró el acuerdo en la década de 1980, pero eclipsó a IBM en la década de 1990. “La analogía es asombrosa”.

Entonces, ¿qué opina de los más de un billón de dólares en acuerdos de infraestructura que OpenAI logró cerrar, por no hablar de sus planes de entrar en el sector del hardware de consumo? “No se pueden cometer muchos errores cuando se ha generado tanta ventaja de negociación en el futuro modelo de negocio...¿Yo estaría tratando de crear un hardware en este momento? No.

Pero la decisión de OpenAI de permitir contenido erótico en ChatGPT es “es lo que realmente no estoy de acuerdo fundamentalmente...tengo que decir encarecidamente que la gente no debería usar esos modelos, porque degradan los valores humanos”.

Llegó la noche y me dirijo a la inevitable cuestión del legado. No le preocupa, pero me trae el recuerdo de otro mentor fallecido, el pastor y educador Bryce Jessup. “Uno de los últimos sermones de Bryce se titulaba ‘terminar bien’”, explica.

“Voy a terminar bien”, dice con cierta emoción. A través de mis nietos, a través de mi matrimonio, a través de los CEOs de los que fui mentor. Si Dios me da cinco años más para hacerlo, amén. Si me da 35 años más para hacerlo, amén.

KRC

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