El sonido del carrito de compras se ha vuelto el nuevo villancico de noviembre.
Desde la primera semana del mes, Laura, una diseñadora gráfica de 34 años, ha llenado su lista de deseos con lo que sueña tener en casa: una estufa nueva, una cafetera italiana y ese televisor que promete cine en el sillón. Sabe que El Buen Fin 2025, del 13 al 17 de noviembre, traerá descuentos tentadores.
Lo que no sabe todavía es si realmente los necesita o si solo se ha dejado seducir por el brillo de las etiquetas rojas.
“Solo voy a ver precios”, se dice, como si esa frase bastara para resistir. Pero en El Buen Fin, todos somos un poco Laura: cazadores de oportunidades que olvidan, a veces, que el mejor ahorro no está en el descuento, sino en la decisión.
La emoción del descuento y la trampa del impulso
El Buen Fin nació en 2011 para impulsar la economía mexicana y apoyar el bolsillo familiar. En estos cinco días, miles de tiendas físicas y en línea ofrecen promociones que van de 10 a 80 por ciento de descuento.
Sin embargo, también es la temporada donde más aumentan las quejas por publicidad engañosa, productos defectuosos y créditos mal utilizados.
Detrás de cada letrero de “¡Últimos días!” o “Descuento imperdible” hay una historia de consumo. Algunos celebran haber comprado esa lavadora a mitad de precio; otros lamentan seguir pagándola muchos meses después.
Lo cierto es que, en El Buen Fin, la frontera entre capricho, necesidad y oportunidad es tan delgada como una etiqueta de oferta.
Por eso, antes de lanzarse a comprar, conviene hacer una pausa. Como recomienda la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), lo primero es aprender a distinguir entre una oferta y una promoción.
El arte de no confundir el ahorro con la tentación
Aunque parezcan sinónimos, no lo son. La oferta es una rebaja directa en el precio de un producto o servicio, vigente por un tiempo limitado o hasta agotar existencias.
La promoción es una estrategia comercial más compleja: puede incluir regalos, bonificaciones o condiciones especiales, como “Compra uno y llévate el segundo con50 por ciento de descuento ”, explica Gianco Abundiz, especialista en educación financiera.
La diferencia es sutil, pero poderosa. Mientras la oferta te da un ahorro inmediato, la promoción puede empujarte a gastar más de lo planeado.
Comprar con la cabeza: estrategia antes que tarjeta
Planear nunca ha sido tan rentable. Antes de llenar el carrito, los expertos recomiendan fijar un presupuesto claro y dividirlo por categorías: tecnología, hogar, ropa o regalos.
Así podrás asignar montos sin desbalancear tus finanzas. La siguiente pregunta es la más difícil: ¿esto lo necesito o simplemente lo deseo?
Paga con la cabeza, no con el corazón
El Buen Fin tiene un gran aliado —y enemigo—: los meses sin intereses (MSI). Son útiles si planeas su uso, pero pueden convertirse en un lastre si abusas de ellos.
La regla es simple: no compres a crédito lo que no podrías pagar de contado. Procura que tus compras totales no superen 30 por ciento de tu línea de crédito y, si puedes, destina parte de tu aguinaldo o ahorros navideños para liquidarlas sin presiones. Comprar sabiendo que puedes pagar es disfrutar sin culpa.
Comprar con propósito
A medida que Laura revisa su lista, se da cuenta de que muchas de sus compras pueden esperar. Decide invertir solo en la estufa, que necesita renovar desde hace meses.
Al final, el televisor quedará para otro momento, y la cafetera…. bueno, tal vez llegue en diciembre. “Al final, no se trata de comprar más, sino de comprar mejor”, dice.
Esa frase resume el espíritu que debería guiar a cada consumidor este Buen Fin: elegir con propósito, no por impulso. Porque comprar con la cabeza no significa ser tacaño, sino entender que cada peso es una decisión sobre el futuro.
Y cuando el país entero se sumerja en la fiebre de las compras, habrá quienes, como Laura, disfruten su nuevo hogar sin culpa ni deudas. Porque el verdadero Buen Fin no termina en la caja, sino en la tranquilidad de cerrar el año con las cuentas en paz.
JLR