La idea de que podría existir vida extraterrestre ha acompañado por décadas tanto a la ciencia como a la cultura popular. Nuevos hallazgos y fenómenos cósmicos reavivan, de tanto en tanto, la curiosidad sobre lo que podría existir más allá de la Tierra. Recientemente, con el paso del objeto interestelar 3I/ATLAS por su punto más cercano al Sol, el interés por el universo volvió a ocupar un lugar central, impulsando debates sobre exploración espacial y el posible contacto con civilizaciones desconocidas.
Entre las historias más debatidas se encuentra el Proyecto Serpo, un supuesto intercambio entre humanos y una civilización alienígena que habría ocurrido bajo el más alto nivel de secreto. Su origen se sostiene en documentos filtrados y testimonios de exfuncionarios estadounidenses.
Aunque nunca ha sido confirmado oficialmente, el caso ha capturado la atención de historiadores, ufólogos y analistas de seguridad por sus implicaciones en inteligencia y tecnología, pero también por lo que sugiere sobre nuestro lugar en el cosmos. Por eso retomamos su enigma hoy.
Roswell, el punto de partida
Para entender el origen de Serpo, primero tenemos que regresar al famoso incidente de Roswell en 1947, cuando un objeto volador no identificado se estrelló en el desierto de Nuevo México. De acuerdo con informes desclasificados de la Fuerza Aérea y versiones recopiladas por el Project Blue Book, aquel choque habría dejado restos metálicos de composición desconocida y cuerpos de presunto origen no humano.
Uno de ellos, según documentos filtrados, habría sobrevivido durante un tiempo en instalaciones secretas del gobierno, identificado como EBE (“Entidad Biológica Extraterrestre”). Se le describía como un ser de baja estatura —entre 1.20 y 1.50 metros—, de complexión delgada, piel entre marrón claro y grisácea, y grandes ojos redondos que acentuaban su apariencia tranquila.
Los archivos internos sugieren que carecía de vello visible y poseía una estructura ósea ligera, además de un sistema digestivo altamente eficiente que, supuestamente, le permitía sobrevivir con muy poco alimento.
El EBE habría permanecido con vida hasta 1952, año en el que, según los reportes, finalmente falleció en custodia estadounidense. Durante su cautiverio, la entidad extraterrestre habría intentado comunicarse con científicos humanos, revelando coordenadas que apuntaban al sistema Zeta Reticuli, situado a 39.17 años luz de la Tierra.
Esa comunicación se convirtió en el primer vínculo directo entre ambas especies. Según versiones atribuidas —aunque nunca confirmadas— a exagentes de la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), los contactos posteriores habrían facilitado la coordinación de un encuentro formal en 1964, presuntamente realizado en una base de Nevada. En esa reunión, los visitantes recuperaron los cuerpos de sus compañeros fallecidos en Roswell, dando por cerrado el incidente desde su perspectiva.
Ahí, los representantes humanos y los llamados “Ebens” habrían acordado un intercambio de individuos: doce humanos viajarían al planeta Serpo, mientras dos Ebens permanecerían en la Tierra. Entre los doce seleccionados se encontraban dos mujeres, elegidas por su preparación médica y científica.
Una misión fuera de este mundo
Los participantes seleccionados —militares y científicos— fueron entrenados en biología, astronomía, lingüística y medicina extraterrestre. El grupo habría sido conformado en 1965 y preparado para funciones similares a las de astronautas, aunque sin pertenecer a ningún programa espacial oficial.
Según las versiones disponibles, el objetivo del intercambio era permitir que ambas especies estudiaran directamente su tecnología, biología y formas de organización, evaluando además la capacidad humana para sobrevivir en condiciones ajenas a la Tierra.
Con ese acuerdo establecido, los informes describen que el viaje duró diez meses en una nave modificada por los Ebens, equipada con tecnología desconocida para la época.
Serpo, según los datos filtrados, era un planeta con dos soles, un clima extremo y un terreno árido, donde la duración de un día podía superar los 40 terrestres. La civilización Eben, descrita como altamente cooperativa y tecnológicamente avanzada, pero biológicamente frágil, vivía en estructuras circulares y se organizaba sin jerarquías visibles.
Los humanos habrían pasado trece años en aquel mundo, documentando su cultura, sus avances y sus costumbres. Dos murieron en el planeta, tres decidieron quedarse y siete regresaron en 1978. Los sobrevivientes, según versiones de la sede del Departamento de Defensa, fueron mantenidos bajo estricta confidencialidad y sometidos a evaluaciones médicas y psicológicas durante años.
Filtraciones, encuestas y desinformación
El caso permaneció enterrado hasta los años 2000, cuando Victor Martínez, un exfuncionario del gobierno estadounidense, comenzó a recibir correos electrónicos con los supuestos documentos del Proyecto Serpo.
Los archivos, enviados bajo el seudónimo “Anonymous”, incluían cronogramas, registros médicos y fotografías borrosas del planeta. Más tarde se sabría que detrás de esa difusión estaba Richard C. Doty, un exagente de inteligencia de la Fuerza Aérea conocido por su papel en operaciones de desinformación vinculadas al fenómeno OVNI durante la Guerra Fría.
Mientras algunos analistas sostienen que el caso fue una operación para distraer o confundir a potencias enemigas, otros aseguran que los datos técnicos sobre radiación, órbitas y sistemas binarios eran demasiado precisos para ser una invención.
El fenómeno también refleja cómo ha cambiado la percepción pública sobre la vida extraterrestre. Según una encuesta de Ipsos de julio de 2023, el 42 % de los estadounidenses cree que los OVNIs son reales, una cifra que se ha incrementado desde los años noventa. Y con los recientes reportes del Pentágono sobre “fenómenos aéreos no identificados” (UAP), el tema ha ganado peso político y científico.
En México, la fascinación no es menor. Regiones como Tepoztlán, el Popocatépetl y la Sierra de Puebla son consideradas zonas “energéticas” por los habitantes, donde los avistamientos forman parte de la tradición oral. En Tamaulipas, especialmente en el litoral, hay relatos constantes de luces que emergen del mar, reforzando una mezcla entre fe, misterio y folclore que atraviesa generaciones.
¿Por qué el Proyecto Serpo sigue intrigando a expertos y ufólogos?
Más allá de la veracidad del relato, Serpo sintetiza el espíritu de una época: el miedo al espionaje, la fiebre tecnológica, la carrera espacial y la curiosidad, por lo que no se puede explicar. Algunos expertos en inteligencia han comparado el caso con proyectos reales como MK-Ultra o Majestic-12, que también mezclaban ciencia, secreto y manipulación informativa.
Otros sugieren que la historia de Serpo pudo haber sido inspirada por el intercambio cultural entre la NASA y programas espaciales de la URSS, o incluso por experimentos biológicos desarrollados en bases del desierto.
Lo cierto es que, hasta ahora, ningún documento oficial de la CIA o la NASA ha confirmado la existencia de Serpo. Sin embargo, los archivos sobre el incidente Roswell siguen en proceso de desclasificación, y los testimonios de exmilitares —algunos ya fallecidos— insisten en que la misión sí ocurrió… y cambió todo lo que creíamos saber.