Una barra con solo 14 lugares, con el chef Diego Liévano listo para preparar su omakase —ponerse en las manos del cocinero—, la aventura culinaria con una decena de platillos comienza.
En el rooftop del Hotel Flow Condesa, en avenida Nuevo León, se encuentra Tani Omakase, un restaurante que nació en Valle de Bravo y que hace un año abrió sus puertas en una de las zonas más gastronómicas de Ciudad de México.
En Tani, la pesca del día marca el ritmo del ritual; los aderezos, las salsas y las texturas se equilibran con precisión casi poética. Y tras el primer bocado, no queda más que rendirse a los designios del chef, pues con esa probada de la tostada kaisen de alga con atún. Hasta hoy mi nuevo platillo favorito de la cocina japonesa.
Cada uno de los 10 tiempos del menú omakase es un verdadero regalo al paladar: sashimi grueso de salmón, ensalada sunomono, son más ejemplos de que con una proteína fresca y de calidad, y la creatividad y técnica del chef Diego Liévano.
Tani Omakase no es un lugar más en la lista de restaurantes japoneses de alta gama: es una filosofía, asegura su propietario Bernardo Urrutia, quien disfruta de cada momento con los comensales y deja a sus chefs la libertad de crear.
En Tani, los ingredientes dictan la historia del día: la pesca llega fresca cada mañana y el chef traduce su sabor en pequeñas obras efímeras, con un respeto absoluto por el producto y por el comensal, con un dominio técnico que tiene mucho de artístico. La experiencia se complementa con una cuidada selección de sake y vinos que maridan cada uno de los tiempos.
La atmósfera de la barra de Tani Omakase es minimalista y elegante —de madera clara, piedra y luz tenue—, en la terraza, donde sí hay la opción de pedir a la carta, la terraza invita a departir entre amigos con el paisaje urbano de la Condesa a la vista.
Un origen inspirado en lo natural
El nombre Tani, que en japonés significa “valle”, tiene un origen que honra sus raíces. En abril de 2022 abrió el primer Tani en Valle de Bravo, inspirado en el entorno natural que lo vio surgir: los bosques, el aire puro y la quietud del paisaje fueron el punto de partida para su propuesta fresca y contemporánea de cocina japonesa. Su éxito fue inmediato.
Dos años más tarde, en septiembre de 2024, llegó a Ciudad de México con la misma esencia: discreta, elegante y conectada con la naturaleza.
La experiencia se desarrolla en un espacio íntimo con solo 14 lugares disponibles por servicio, distribuidos en tres horarios (14:30, 17:30 y 20:30 horas). La exclusividad asegura la atención personalizada y la perfección en cada platillo. Por ello, se recomienda hacer reservación con anticipación.
Definitivamente es un lugar que hay que conocer, y sobre todo, al que hay que regresar para volver a disfrutar las creaciones del chef.