En el extranjero, la imagen de Francia suele estar representada por estampas como la torre Eiffel irradiando sobre París el encanto de su aura romántica, los viñedos de Borgoña y de Burdeos, la cosmopolita costa azul en el Mediterráneo o la panoplia de museos, palacios y centros gastronómicos en todo el país. Sin embargo, la oferta francesa en cuestiones turísticas no conoce límites y aún existen sitios a la espera de ser visitados. Uno de ellos es la región del Jura, colindante con Suiza, la parte menos famosa de Francia pero que no carece de encanto.
ARQUITECTURA REMOTA
Probablemente la asociación más notoria —y lógica— que la gente hace respecto al Jura es con el jurásico. Y en efecto, esta zona de Francia mantiene una estrecha relación con los habitantes de ese periodo geológico, pero no es la razón por la que se llama así. Por el contrario, el nombre jurásico se debe a las investigaciones que Humboldt y Brongniart realizaron aquí en el siglo XVIII. La palabra "jura" proviene del latín y significa "bosque salvaje". Los franceses asocian esta tierra con lo salvaje e inhóspito, un cliché que ha venido desapareciendo a través de los años.
Un buen inicio para visitar esta provincia es el pueblo medieval de Nozeroy. Construido en el siglo XIII, tiene el mejor ámbito medieval de la región Franche-Comté. La Puerta del Reloj es quizá el elemento más atractivo en términos de arquitectura, aunque en este pequeño poblado —en el pasado de suma importancia debido a la producción de sal— hay varias edificaciones que datan de hace siglos. Construido sobre una colina calcárea de 750 metros de altitud, Nozeroy llegó a tener unos mil 600 habitantes en la Edad Media, cuando el así llamado "oro blanco" trajo prosperidad y esplendor al valle de Mièges. La población ha permanecido constante desde entonces, algo que no debe sorprendernos pues éste puede considerarse un asentamiento humano modelo en el que la relación entre el número de habitantes, los servicios y la superficie siempre fue la correcta. [OBJECT]
La gastronomía del lugar es una peculiaridad. El Relais Mediéval ofrece especialidades como champiñones silvestres, puré de chícharos, venado y frutas de temporada, todo servido en un plato de barro y que se come con una cuchara de cuerno y un cuchillo filoso. La bebida adecuada para una comida medieval es el Hypocras, un aperitivo dulce cuyo origen data del medioevo, y que está hecho a base de jengibre, pétalos de rosa, canela, cardamomo y clavo.
CHȂTEAU DE SYAM
El nombre podrá evocar algún exótico lugar en Asia, pero en realidad se trata de una villa neo-paladina que actualmente se conoce como Château de Syam. Propiedad del matrimonio Cannard desde 2001, Syam es ese tipo de lugar idílico con el que todo mundo sueña para apartarse del ajetreo citadino. La edificación tiene al número 8 como base de su arquitectura; cabe señalar que en numerología el ocho representa la luz, elemento que no falta en este recinto del estilo y del buen gusto. Integrado a la naturaleza, el Château de Syam funciona como albergue la mitad del año. Ofrece cinco habitaciones de 90 metros cuadrados y puede ser rentado para seminarios, bodas, filmaciones y demás ocasiones especiales. El sitio es en sí un museo, no solo debido a sus 10 pianos de colección, suntuosas recámaras, biblioteca histórica y decorado, sino porque puede ser visitado bajo la guía de su dueño, quien nos relatará el rocambolesco pasado de esta joya del neoclásico italiano.
BAUME-LES-MESSIEURS
Por su belleza arquitectónica, la abadía de Baume-les-Messieurs es una visita obligada. Tal vez debido al hecho de que se encuentra en un valle ciego (reculée) el tiempo no ha degradado su aspecto. Elementos como el claustro, el torreón, el refectorio y la cava nos dan una idea del microcosmos imperante en el seno de estas instituciones religiosas. La iglesia fue construida por la orden Benedictina; en el recinto pueden verse las piedras funerarias de algunos de sus fundadores. De aquí y de la abadía de Gigny fue que partió un puñado de curas para fundar la famosa abadía de Cluny. Se dice que las abadías del Jura son importantes para explicar Cluny, pues fueron construidas con anterioridad.
Probablemente el tesoro más importante en Baume-les-Messieurs es el altar pintado en el siglo XVI representando La Pasión. La obra fue realizada en Amberes, en el más puro estilo flamenco, aunque su parte central fue hecha en el siglo XV y consiste básicamente de estatuillas de Bourguignon. Un gratificante ejercicio es "leer" esta magnífica pieza y, para hacerlo bien, lo mejor es seguir la regla: de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha.
La casa abacial ha sido transformada en un museo que tiene por objeto develar la historia del lugar; es tal su tamaño que hay espacio suficiente para colecciones de arte contemporáneo cuya temática es Baume-les-Messieurs y el Jura en general.
EL MUNDO EN EL JURÁSICO
Hay dos aspectos que ninguna otra región de Francia puede ofrecer salvo el Jura: la geología y la paleontología. Las formaciones geológicas en el Jura son un libro abierto para estudiar la historia de nuestro planeta. Aquellos interesados en "leer" los diferentes estratos geológicos pueden darse un banquete en la hondonada de Baume-les-Messieurs, principalmente una zona gredosa. Este lugar es el clímax de un reciclaje biológico, ya que los estratos están conformados en realidad por organismos marinos que se han ido depositando a lo largo de millones de años. De hecho, en la base de la cañada es posible determinar la evolución de la Tierra. Aquí el terreno fue creado hace 170 millones de años, en el jurásico medio, pero en el Jura pueden encontrase muestras de periodos previos como el triásico y posteriores como el cretácico.
Los dinosaurios han sido un tema relevante en las últimas décadas, ya sea por el cine o por descubrimientos científicos. Uno de estos últimos ocurrió en 2005 en Loulle, una zona hasta entonces anónima en el mismo Jura, donde fueron encontrados 21 senderos de herbívoros y seis de carnívoros en un área de 3 mil metros cuadrados. Gracias al Consejo General del Jura, esta zona ha sido acondicionada como un museo gratuito al aire libre. No lejos de ahí existe un terreno de aspecto lunar llamado pavimento de caliza o "karst". Puesto que la caliza es ligeramente soluble en la lluvia ácida, el suelo está lleno de fisuras y grietas que dan origen a este paisaje extraterrestre.
No lejos de ahí es posible admirar una de las llamadas "cascadas verdes". Estas caídas de agua son típicas de los paisajes calcáreos donde el terreno sirve como sustrato para el crecimiento de musgo y helechos, volviendo verde el terreno sobre el que cae la cascada. Las cascadas de Tufs se cuentan entre las más bellas de este género. Pese a que siempre llevan agua, es preferible ir después de un período de lluvias para admirarlas en todo su esplendor.
VITICULTURA
Si bien el Jura parece estar alejado en el tiempo y la historia de las otras provincias francesas, la verdad es que esta región está ganando actualidad. Lagos, montañas, pueblos y por supuesto el vino, certifican que estamos en Francia. Y es que los vinos del Jura han logrado abrirse camino entre la abrumadora cantidad existente de vinos franceses. Existen cuatro denominaciones de vinos del Jura: Côtes-du-Jura, la más conocida de todas y que incluye vinos blancos especialmente; l'Etoile, de uva Chardonnay; Arbois, vinos tintos de notable carácter; y Château-Chalon. Ahora bien, el Château-Chalon ampara un solo vino llamado "vino amarillo" (vin jaune), la especialidad de la región. Producido en el pueblo de Château-Chalon, es un vino más bien amargo y de aroma fuerte como la mayoría de los vinos del Jura. Es un vino para conocedores que se vende en una botella especial llamada "clavelin" cuya capacidad es inferior a cualquier otra botella de vino: 62 centilitros. Para descubrir sus notas se recomienda degustarlo con la otra especialidad de la región, el queso Comté. Desde la terraza de la Maison de la Haute-Seille —museo dedicado al vino amarillo— es posible admirar el valle de Bresse mientras se toma este dorado líquido que simboliza la esencia y el espíritu del Jura.