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Acusan que alcaldesa de Álamo pidió 'cooperacha' de $10 mil a vecinos para desazolvar; por falta de dinero, ahora están entre aguas negras

En esta colonia, la madrugada del viernes, la inundación alcanzó los tres metros de alto y los colonos señalan que la edil no quiso atender la emergencia ante la negativa de dar la cantidad, misma que era por cada familia que habita la demarcación.

Han pasado cinco días desde que las trombas desbordaron el río Pantepec e inundaron Álamo, un pintoresco pueblo del norte veracruzano, conocido como la capital de la naranja.

“Ya huele feo, huele a muerto. Hay animales muertos”, dice Itzel Trejo, una vecina de la colonia Heroica, en el centro de Álamo, Veracruz, con los pies metidos en el agua café de la inundación, que pese a los días transcurridos no cede.

En esta colonia, la madrugada del viernes, la inundación alcanzó los tres metros de alto y hasta más; para muestra, un balero de madera, de esos juguetes tradicionales, quedó colgado en el cable de un poste, en la esquina de San Luis Potosí y Nuevo León.

Con el paso de los días, el agua ha ido bajando en prácticamente todo el pueblo, pero en esta colonia en particular, el agua no se va.

Y la gente está molesta porque hace unos meses la alcaldesa Lilia Arrieta, pidió cooperación a los vecinos para emprender un proyecto de desazolve, pero la gente no tenía lo que la presidenta pedía y por eso, el trabajo no se hizo.

Nos está pidiendo 10 mil pesos por cada familia, de las 39 afectadas que somos, para poder desazolvar, porque es un colapso que está de este poste a esta alcantarilla, es por eso que el agua en esta colonia no baja”, platica Nora Idalia Santillán, vecina de la calle Nuevo León que, también, vive con los pies metidos en el agua.

Por eso, el drenaje está rebasado, al grado de que una pesada coladera de metal flota entre los charcos sin que el agua encuentre vía de escape por esa tubería.

Entre las olas que hacen los autos y camionetas al pasar, flotan también colchones, sillones, roperos, zapatos, juguetes, televisiones, estufas y refrigeradores, llenos de lodo, inservibles, bienes que antes eran el patrimonio familiar y que ahora son basura acumulada en las calles.

Aunque este martes llegaron numerosos vehículos de los gobiernos federal y local para atender y limpiar la zona, es una tarea casi imposible y solo acumulan el lodo de un lado a otro. Prácticamente nadie se hace cargo de levantar la basura.

Si acaso, se ha visto a algunos vehículos del Ejército mexicano llevarse muebles voluminosos. Pero a cuentagotas. No hay una operación masiva de vehículos oficiales de carga que se lleven los desechos.

Nosotros nos quedamos con el puro lodo. No dan la cara. Tampoco nos avisaron que esto se venía encima, seguimos en las azoteas”, reclama Itzel, cuya casa es de las primeras en inundarse porque se ubica al final de una calle con pendiente hacia su vivienda. Toda el agua llega ahí primero.

De hecho, recuerda que la madrugada del viernes, sus paredes se cimbraron y que la barda de su vecino se quebró.

“Mi casa temblaba, tuve que subir a la otra azotea”, lamenta. En esa otra azotea, su perrito va inquieto de aquí para allá, lleno de lodo… pero vivo.

Recorrer la colonia Álamo es ver escenas repetitivas: gente caminando entre la nata café, resbaladiza y fangosa. Llevan bolsas de comida regalada o ropa donada. Algunos comerciantes de Puebla llegaron a repartir zanahorias, coles, galletas y aguas. La gente se formó para recibir su bolsa.

Los que han tenido suerte, caminan con botas de hule entre el lodazal. Los que no, tienen que andar con chanclas o en el peor de los casos, descalzos.

En la entrada del pueblo, a los pies de la inmensa estatua del monumento a El Colotero, que simula a un hombre derramando su canasta de naranjas, la gente se concentra para escoger ropa que han donado de todas partes del país para al menos poder quitarse las prendas mojadas y sucias del fin de semana.

Ahí también llegan los camiones de comerciantes y vehículos de familias solidarias a repartir comida y agua, mucha agua.

Una mujer que colocó una lona encima de las montañas de ropa para evitar que se mojaran, ayuda a repartir las prendas y platica:

 “Aquí hay demasiado apoyo, pero allá no, en los ranchitos, hay gente que se está durmiendo entre lodo, han estado pidiendo cobijas; traen mucha ropa, pero lo que están pidiendo son cobijas, porque, la verdad, no tienen en qué quedarse y es imposible pedir que traigan colchones”.

Este martes, al menos, se restableció la electricidad y ya hay alumbrado público en la mayoría de las calles del centro.

Eso ya es un avance, pues con luz, la gente en Álamo se siente un poco menos olvidada.


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Rafael Montes
  • Rafael Montes
  • Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Reportero desde 2008. En 2016 se incorporó al equipo de Grupo MILENIO para cubrir Política y asuntos especiales para diario, web y televisión. Aunque sus temas favoritos actuales son transparencia y rendición de cuentas, también le gustan las historias de la gran ciudad.
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