Cada domingo, entre risas y pasos lentos por el Paseo Colón, una pequeña ventana al lejano oriente se abre en Torreón. Se llama 'El Bengoshi', y es más que un puesto de figuras, mangas y cartas: es un pedacito del alma de Rafael Samaniego Castillo, un joven de 22 años cuya pasión por Japón cruzó océanos para volverse realidad.
Su emprendimiento, nombrado con orgullo en japonés, bengoshi, que significa abogado, fusiona su formación en derecho con un sueño que florece entre coleccionables.
La historia de El Bengoshi nació como nacen los mejores proyectos: desde el amor profundo por algo que no se puede explicar, sólo compartir. Rafael comenzó importando productos únicos para sí mismo y sus amigos, descubriendo que en su ciudad había muchos como él, ávidos de tener en sus manos un retazo de esa cultura que tanto inspira. De esa chispa inicial, encendida entre mangas y sobres de cartas, nació la llama de un negocio auténtico y vibrante.
Un equipo
Pero Rafael no navega solo en esta travesía. A su lado, Mariana Samaniego Díaz (31) y Akira Ueba Santos (35) fungen como proveedores, trayendo desde Japón los tesoros que alimentan los sueños locales. Karla Paola Cruz Zapata (21), como empleada, aporta el calor humano en cada venta, en cada conversación. Juntos son más que un equipo: son la tripulación de una nave que cada domingo zarpa para llevar sonrisas a quienes se dejan llevar por la magia nipona.
“Lo que más disfruto de mi trabajo —dice Rafael— es ver la emoción en los rostros cuando encuentran algo que buscaban con el corazón”.
Max, un pequeño cliente entrañable
Su voz se ilumina al hablar de Max, un niño de once años que se ha vuelto parte de esta historia. Cada domingo, Max llega con ilusión, compra un sobre de cartas y se va danzando de felicidad, como si cada paquete trajera un pedacito de estrella. Es en esos momentos donde El Bengoshi deja de ser comercio y se convierte en arte.
¿Dónde localizar a 'El Bengoshi'?
La poesía de este emprendimiento está en su constancia. No es sólo en el Paseo Colón donde vive El Bengoshi, también aparece en convenciones y resplandece en redes sociales, creando comunidad. Rafael ha convertido su gusto en un puente, su pasión en un lenguaje, su negocio en un pequeño santuario cultural. Y en ese intercambio de objetos, hay también un intercambio de historias, de emociones y de sueños.
A quienes sueñan con emprender, Rafael les deja una lección:
No hace falta tenerlo todo para comenzar, dijo. “El barco está más seguro en el puerto, pero no es para eso que fue construido.” Con estas palabras, invita a otros jóvenes a lanzarse al mar, a construir con esfuerzo y corazón. Porque el emprendimiento, como el viaje, está lleno de tormentas… pero también de amaneceres únicos.
Así, cada domingo en Torreón, bajo el sol lagunero, Japón se hace presente en forma de figuras, papel y tinta. Y El Bengoshi, con sus letras cargadas de significado, sigue sembrando sueños, uno a uno, en quienes se acercan a su mesa. Porque a veces, un puesto en la calle puede ser una embajada del alma.
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