Las imágenes rescatadas por el Archivo Municipal de Torreón nos abren una ventana a 1923, año en que el río Nazas aún corría con la fuerza de lo indomable, dividiendo, y a la vez uniendo, a las hermanas ciudades de Torreón, Coahuila, y Gómez Palacio, Durango.
El 'puente negro', estructura esbelta de hierro que se extiende con elegancia sobre el cauce, era más que un simple paso: era testigo y protagonista del desarrollo, del comercio, de la vida cotidiana que en aquellas riberas crecía entre polvo, algodón y esperanza.

Donde el tren encontraba el agua
En las fotografías también serpentea el viejo ferrocarril, con sus rieles marcando la ruta del progreso. Era 1911 cuando estas tierras comenzaban a arder de actividad: por el cruce del Ferrocarril Internacional y el Central Mexicano se fundía el destino de miles de viajeros, jornaleros y comerciantes. A orillas del Nazas, los vagones llegaban cargados de historias, de migrantes chinos, de campesinos y empresarios, todos buscando algo en la ciudad joven que apenas contaba con 18 años desde su fundación como villa.

Riberas de vida y trabajo
A la distancia, las mujeres se inclinan a la orilla del río, tal vez lavando, tal vez hablando en susurros con el agua. El cerro de Jimulco y los montes al fondo no han cambiado, pero el mundo que se reflejaba en esas aguas era distinto: la tierra era fértil, el algodón florecía como la espuma, y el Nazas, cuando se desbordaba, era temido y venerado. Las acequias, los canales y las presas de piedra eran parte de un sistema hidráulico que alimentaba los campos y la vida misma.

La casa del agua
Una de las joyas visuales de este archivo es la casa de máquinas junto al canal, sólida como una fortaleza, custodiando el flujo del agua que era riqueza para unos y subsistencia para muchos otros. Hombres de sombrero ancho y niños curiosos posan sobre sus muros como si supieran que el tiempo los inmortalizaría. El rumor del río se mezcla con el silbato del tren: melodía cotidiana de una región que se construía entre la lucha y la tenacidad.

Un río que aún susurra historia
Así, en blanco y negro, estas postales nos hablan con la voz del pasado. El río Nazas no era solo un cuerpo de agua: era frontera y puente, trabajo y belleza, drama y poesía. Su historia no se cuenta en líneas rectas, sino en meandros como los de su cauce, y hoy, al mirar estas imágenes, recordamos que todo río lleva consigo la memoria de quienes lo cruzaron.

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