Julia Quiñones sabe que cuando algunos obreros son despedidos o les reducen el horario laboral, o de plano les cierran su empresa en la frontera, el ancla a la que se aferran es vender su plasma –uno de los principales componentes de la sangre–, en clínicas de Estados Unidos.
Para recurrir a ello basta con estar sano, estirar el brazo, dejarse pinchar en alguno de los centros instalados estratégicamente en la frontera –en Texas, Arizona, California–, y con el fluir del líquido desaparecen las penas… o al menos sirve para salir fugazmente del paso.
“Acaban de despedir a 700 personas en Piedras Negras y obviamente quienes tengan la tarjeta fronteriza irán más”, calcula Quiñones, directora del Comité Fronterizo de Obreras y Obreros, una organización gremial de defensa de los derechos de los trabajadores. “Ya tenemos reportes de gente que está yendo mientras consiguen otro trabajo”.

La industria del plasma en Estados Unidos ha encontrado en la precariedad laboral, las emergencias económicas o la pobreza de la gente en la frontera mexicana una oportunidad de hacer negocio, tal y como lo reconoce el propio gobierno estadunidense, empresas y analistas de diversas universidades.
el dato¿Qué es el plasma?
El plasma es la parte líquida de la sangre, contiene agua, coagulantes, proteínas, electrolitos e inmunoglobulina (la diferencia con el suero es que este no contiene fibrinógeno, un agente coagulante), y se usa para una buena cantidad de tratamientos
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó en mayo que el 69 por ciento del plasma que se utiliza en la medicina internacional proviene de la venta de “donadores remunerados”, como llama a los vendedores.
Esto es alrededor de 13 millones de litros anuales del total de 19 millones de todo el mundo; el resto, seis millones, son donadores voluntarios.
En un documento, el organismo detalló que el 65 por ciento del total de plasma comprado a personas de todo el mundo proviene de Estados Unidos. Esto es: 8.5 millones de litros.
¿Cuánta gente mexicana vende su sangre?
Aunque no hay cifras reconocidas oficialmente sobre el número de vendedores mexicanos, la Asociación de Terapéutica de Proteínas Plasmáticas contabilizó 52 centros de compra de plasma en ciudades cercanas a México, de un total de mil centros en la Unión Americana.
Pero la cifra podría ser engañosa. Un ejecutivo de Grifols, la empresa que lidera el mercado, dijo en 2022, desde el anonimato a la organización sin fines de lucro Propublica, que tan sólo en Texas había aproximadamente 30 mil ciudadanos mexicanos suministrando más de 600 mil litros de plasma al año y que compilaban 30 por ciento más que en el resto del país.
La realidad de la frontera desde hace años es que venden su sangre para completar el gasto de la despensa, el pago de los útiles escolares, una enfermedad imprevista o tener un recurso para cualquier emergencia, reconoce Natalia Baray, trabajadora en una maquila de Ciudad Juárez, en entrevista con MILENIO.
“Hace 13 años mi ex esposo vendió su plasma cuando yo estaba embarazada, pero no me lo dijo hasta que pasaron varios años, porque es un tabú hablar de ello, les da vergüenza porque hacerlo se relaciona con pobreza y hasta hacen memes de ello”, explica.
Pero la realidad está ahí, presente, y apunta a un crecimiento. Ahora alimentado por la necesidad económica de lado sur debido a los despidos masivos en la industria maquiladora atenazada por aranceles –echan a 166 trabajadores al día, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía– y por el liderazgo de Estados Unidos frente a la demanda internacional de plasma.

Negociazo mundial de 39 mil millones
Un análisis de Coherent Market Insights, una firma global de consultoría e investigación de mercados, dejó en claro el tamaño y el potencial del mercado de este elemento hemático.
Según sus cálculos, alcanzará un valor de 38 mil 800 millones de dólares a finales de este 2025 y se espera que alcance los 79 mil 500 millones para 2032. Esto es una tasa de crecimiento anual de casi el 11 por ciento.
El tamaño del pastel ha llamado la atención y despertado avaricia. Empresas como InVitria, un desarrollador y fabricante de proteínas recombinantes para desarrollo de vacunas a base de plantas, ha sido un agudo denunciante de la estrategia de las empresas como Grifols y CSL Plasma para atraer a donantes fronterizos humanos.
En un artículo editorial criticó que “la ley estadunidense permite a los extranjeros con Tarjetas de Cruce Fronterizo vender plasma, aunque es ilegal en México”.
Por detractores de este tipo, en 2021 Donald Trump intentó eliminar el uso de esas tarjetas, pero lo único que logró fue evidenciar la dependencia hacia los vendedores de plasma mexicanos.
Las compañías respondieron con una demanda legal. Recordaron en documentos judiciales que durante la pandemia se impidió cruzar a los vendedores de plasma mexicanos y hubo “una escasez mundial” que dio señales de lo que podría ser “una crisis de salud pública” sin el recurso fronterizo.

La señal: vendas en el brazo
Para Martín Gómez es de lo más normal ir manejando por El Paso, Texas, y ver a gente caminando con vendas en el brazo. Como trabajador en un centro de donación de sangre, sabe de qué se trata: son vendedores de plasma.
“Es muy común observarlos caminando por el centro, de regreso a Ciudad Juárez, porque cruzan a pie y se regresan a pie. También ves a muchos que, por sus donaciones frecuentes, se quedan marcados de los brazos”, dice en entrevista con este diario. “Se entiende que lo hagan, les pagan por algo que no cuesta nada y que pronto se recupera”.
La sangre está compuesta en un 55 por ciento de plasma y el resto de glóbulos rojos, glóbulos blancos, y plaquetas. Cuando los vendedores recurren a la extracción, una máquina centrifuga la sangre y separa; la empresa toma para sí el plasma y el resto lo regresa al paciente.
La evidencia médica sobre el impacto en la salud de la donación regular de plasma es limitada. Se tienen registros de gente que ha presentado hematomas o desmayos, pero son casos aislados.
El dinero que puede hacer un vendedor es variable. Según la Administración de Alimentos y Medicamentos de EU, una persona puede ir a los centros hasta dos veces por semana, con una compensación de entre 60 a 120 dólares en cada ocasión; algunas compañías ofrecen hasta 700 y 800 dólares en las primeras dos o tres veces.
El negocio da para eso y más. El plasma se utiliza cada vez más en diversos tipos de terapias, desde quemaduras o trastornos de inmunodeficiencia hasta hemofilia, enfermedades autoinmunes, la esclerosis múltiple o enfermedades inflamatorias raras como los síndromes de Kawasaki o Guillain Barré. La creciente demanda de hemoglobinas es otro factor.
Cada vez, el plasma es más atractivo para el mercado, observó Coherent Market Insights.
“La demanda de estos tratamientos está aumentando rápidamente”.

Estados Unidos permite hacerlo 100 veces
En contrasentido al potencial, la oferta está lejos de la expectativa. La OMS reconoció en su informe de mayo pasado que, aunque pide a los países impulsar la autosuficiencia de plasma a través de la donación, tiene claros los retos: solo el 31 por ciento proviene de voluntarios.
Además, aunque 56 países producen medicamentos derivados del plasma, no lo fraccionan en su territorio, sino que lo importan desde países que sí hacen el procedimiento y tienen excedentes. O sea, Estados Unidos.
El Centro Nacional para la Biotecnología de la Información del Departamento de Salud estadunidense destacó en el estudio ‘Prácticas internacionales de recolección de plasma’, las razones del liderazgo:
Para empezar, sólo nueve países permiten fraccionar la sangre para obtener el plasma y de estos únicamente tres permiten la compra: República Checa, Alemania y Estados Unidos; Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Países Bajos, Francia y México (desde julio pasado) lo toman de donantes altruistas.
Entre los tres que permiten “donaciones remuneradas” Australia permite hacerlo 50 veces al año; Alemania 60 y Estados Unidos 100. República Checa hasta 104, pero su población es menor y no tiene esquemas de compra a extranjeros como si lo autorizan los estadunidenses a los mexicanos fronterizos.
El resultado es obvio, subraya el estudio Dinero sangriento: Las implicaciones financieras de la venta de plasma para particulares y entidades no bancarias, de John Dooley y Emily A. Gallagher, de la Universidad de Washington y la Universidad de Colorado Boulder, respectivamente.
“El alto costo del plasma recuperado de voluntarios y la limitada capacidad para compensar a los donantes impulsan globalmente la demanda a Estados Unidos”, puntualizó. “En consecuencia, el plasma estadounidense experimenta un crecimiento y consolidación en las últimas dos décadas”.

Mientras tanto en México…
El 3 de julio, el gobierno mexicano anunció la inversión de 4 mil millones de pesos por parte de la empresa nacional Genbio para la construcción de una planta de fraccionamiento de plasma humano, que será la primera planta en América Latina.
Operará en Chalco, Estado de México, y según la legislación nacional prohíbe la venta de plasma a pesar de la falta de cultura de donación –según la UNAM, solo 12 de cada mil mexicanos donan sangre– y lejos de la región que alimenta el negocio de Estados Unidos.
Para Julia Quiñones, activista defensora de los derechos de los trabajadores, el problema va más allá de la voluntad de donar.
“El problema de fondo es más complejo y tiene que ver con los salarios: si fuera suficiente, no tendrían que ir a vender plasma”, destaca la activista defensora de los derechos laborales. “Hay gente que tiene hijos estudiando o no le alcanza para la comida o se quedó desempleada y eso ayuda: van a donar plasma y se traen su mandado”.
Ocurre también en Estados Unidos. Nancy Moya, oriunda de Ciudad Juárez y con doble nacionalidad, cuenta que en 2024 se quedó sin seguro médico y tuvo problemas del corazón. Ante eso intentó vender su plasma.
Escuchó una publicidad en la televisión: podrían darle hasta 900 dólares en Biolife de Fresno, donde vive, y fue, pero no cumplió con los requisitos por un problema para extraer el líquido vital de la vena. Previo a la extracción de sangre, los centros de recolección revisan que el donante o vendedor no tenga enfermedades o padezca de baja presión, entre otras generalidades.
“Lo intenté dos veces y no pude, pero sí vi esa opción en su momento como la posibilidad de una ayuda”, admite ante MILENIO.
De acuerdo con el estudio de los investigadores Dooley y Gallagher, en Estados Unidos los hogares prefieren vender su plasma que recurrir a cualquier tipo de préstamo bancario.
“Descubrimos que por el drástico crecimiento de los centros de plasma, se redujo entre 2014 y 2021 la demanda de préstamos por alrededor del 7 por ciento en la población mayor, y un 14 por ciento en los más jóvenes. Esto quiere decir que la donación ayuda a los hogares a estabilizar el consumo sin recurrir a deudas de alto costo”.

Quienes se oponen a la donación remunerada, como la empresa InVitria, señalan que la venta de plasma plantea preguntas “difíciles” y cita a Lisa Eckenwiler de la Universidad George Mason. “Básicamente, se está construyendo una estrategia global de productos biológicos a costa de las poblaciones vulnerables”.

La polémica está presente desde que en 1975 la OMS comenzó a solicitar a los países miembros poner fin a la compra de plasma y apostar por la donación altruista, pero esta opción no ha resultado ser tan atractiva como el pago y la misma Organización reconoce que las nuevas generaciones donan aún menos.
Poco a poco se volvió un asunto sin resolver a escala mundial: los países que prohíben la venta, se vuelven dependientes de suministros de quienes sí permiten el lucro, como Estados Unidos, que a su vez depende de que persistan la malas economía en su vecino país del sur, que además es, por cierto, su principal socio comercial.

HCM